El silencio como verdadero síntoma. El silencio que descubrió Pep Guardiola el martes por la noche tras el empate del Milan explica la preocupación por haber encajado un gol a los 24 segundos de partido, el de Pato, y otro en los 15 segundo del final, con el cabezazo de Thiago Silva. El silencio que reveló la extraña debilidad que ha mostrado el equipo en apenas cuatro días. "Por el silencio que había en el vestuario supongo que los jugadores son conscientes de que costará mucho volver a ganarlo todo", dijo el técnico tras el mal estreno europeo. "No hay que buscar excusas, el equipo está bien y sigue teniendo hambre", replicó ayer Carles Puyol, el capitán.

Dos empates consecutivos (Real Sociedad y Milan) con idéntico resultado (2-2), pese a que el Barça ganaba los partidos, y con dos jugadores que han padecido serias lesiones musculares (Alexis e Iniesta). El equipo de Guardiola reproduce los defectos hasta cuando tropieza dos veces en la misma piedra en tan poco tiempo. Tras un agosto lleno de elogios y trofeos, llega un septiembre inquietante. Otro más.

Como diría Guardiola, al Barça "siempre le cuesta arrancar con la barriga llena", ya sea viniendo del Mundial del 2010 o por los dos títulos del verano del 2011. Así sucedió hace un año (perdió 3-1 con el Sevilla en la Supercopa, el 0-2 en el Camp Nou ante el Hércules y el 1-1 en Kazan frente al Rubin). Así se ha repetido ahora, abriendo pequeños debates (5 lesiones musculares en un mes, la defensa que deja agujeros) y la confirmación, como ha pasado en los tres años de Pep, de que el Barça hace la pretemporada jugando.