Jorge Alain Bilbao Torrontegui (Bilbao, 27 de junio de 1995) es el hombre de moda en el Cáceres Patrimonio de la Humanidad por la eficacia, el entusiasmo y la fuerza que le pone a su juego. El viernes, ante el Melilla, se dio por segunda vez esta temporada una escena casi inédita en los últimos años en el Multiusos: la afición coreó su nombre para reconocerlo. Pero no solo transmite en la pista, ya que fuera de ella es un tipo extrovertido al máximo, hablador, con inquietudes. La hemeroteca de EL PERIÓDICO acogió sus variadas reflexiones durante casi una hora.

-¿Qué se siente cuando la afición le aclama de esa manera?

-Evidentemente, es una sensación increíble. He llegado hace poco y si lo hacen no es porque esté metiendo 30 puntos todos los días, sino por jugar como yo juego, con energía, con ganas, para que el equipo gane.

-¿Le sorprendió?

-Sí. Me había pasado algo parecido en la universidad de Texas-Arlington, donde hay un público muy entregado. Aquí en España no se ven cosas así. Siempre intento estar lo más centrado posible, pero por dentro me estaba preguntando «¿de verdad está pasando esto?».

-Es la primera vez que juega en España profesionalmente. ¿Le costó adaptarse?

-Tiene cosas muy distintas. Llevaba seis años fuera. Se agradece vivir en uno de los mejores países del mundo y conocer un sitio nuevo para mí como este. No había estado en Extremadura y ya voy aprendiendo cómo funciona todo aquí.

-Tras cuatro años en USA, en las dos últimas temporadas apenas jugó 15 partidos en Polonia con muchos problemas físicos, ¿no?

-La lesión de mi primer año en Varsovia fue en el hombro. Fue en el último partido de pretemporada y tuve que operarme. Tras cinco meses fuera, volví perfectamente y acabé jugando bien, así que me ofrecieron renovar. Pude haber vuelto a España con algunas ofertas, pero me quedé. Sin embargo, en verano sufrí una caída muy fuerte con la selección de Euskadi y en el hospital me dijeron que tenía una pequeña fractura en la articulación sacro-ilíaca. Cuando salí de allí, empecé a tener 40 de fiebre, de la nada, y volvimos. Me dijeron que tenía una bacteria de la piel que te puede entrar al sacarte o meterte sangre sin haber desinfectado bien.

-¿Le habían inoculado una infección en el hospital?

-Tuve tan «buena suerte» que esa infección se pegó a la articulación que tenía fracturada y tuve que pasarme casi toda la temporada en blanco. Fue una visita al hospital provechosa. De hecho, la articulación no estuvo tratada como era debido porque no lo detectaron y todo iba cada vez peor. Me dijeron que iban a tener que operar y que no iba a volver al nivel al que estaba antes. Me cambié de hospital y empecé el tratamiento correcto, con antibióticos en vena cada cuatro horas. Evité la operación, no sé muy bien cómo. Tras meses sin entrenar, en Polonia me repescaron tras una prueba. Ayudé en los entrenamientos, jugando muy poco. Volví a sentirme jugador de baloncesto.

-¿Pensó en que iba a tener que dejarlo?

-Me lo dejaron bastante claro que el daño era muy severo y que la operación no me iba a dejar volver al nivel que estaba. Hice todo lo posible para evitar la operación y salió bien.

-«Algunos novatos quedan ya bajo sospecha, aunque sea pronto. Particularmente, Jorge Bilbao, el pívot que salió como titular y que se quedó en 1 punto y 3 rebotes en 14 minutos en pista. En ese tiempo su equipo acumuló una diferencia negativa de 21 puntos. Pareció transparente». Se publicó en este diario tras la derrota en la jornada inaugural ante Huesca. ¿Le pareció justo?

-Estaba decepcionado conmigo mismo. Tenía una lesión en el pie y no pude sobreponerme a ello. Siempre he sido de poder jugar con dolores, pero esa me fastidió mucho. Estaba descentrado mentalmente. No me salieron el primer par de cosas y los árbitros no ayudaron. Me decía a mí mismo: «Eres mucho mejor que esto, tanto física como mentalmente». ¿Me pareció algo duro lo que se escribió? Sí. Pero es que no demostramos ni el equipo ni yo lo que podíamos ser. Lo tomé como una motivación más. Me dije: «usa esto para demostrar que no eres un jugador transparente».

-Últimamente le sale todo…

-No soy un jugador de grandes números, pero siempre intento ayudar al equipo. Yo al rebote voy siempre. Alguno me va a caer. Cuando no te caen seguro es si no vas a por ellos.

-¿La garra que le caracteriza se aprende o se nace con ella?

-Se cultiva en cierto modo. Desde pequeño he jugado con mucha intensidad, que es lo que quizás me ha diferenciado de gente de mis características. Me parece fundamental en el baloncesto. Mi entrenador en el colegio, Chucho Sanz, siempre me insistía en que tenía que jugar duro, dar lo máximo, porque si no, era absolutamente mediocre. Ha sido mi mentor todos estos años.

-Se habla de usted como un trabajador incansable. ¿Es algo que adquirió en Estados Unidos?

-Mi entrenador, Scott Cross, era un tío muy duro, muy intenso, y le daba prioridad a eso, que no te ganen por haber sido más flojo que el rival. Desde el principio quise demostrarle que yo era así. Me gané su confianza dejando claro que siempre me iba a «dejar los cuernos».

-¿A quién le gustaría parecerse? A veces se habla de usted como «el Felipe Reyes de la LEB Oro»…

-Ojalá. Siempre que lo hacen, pienso: «a ver si tengo la mitad de la carrera que ha tenido él». Siempre me han gustado jugadores que tienen ese perfil: trabajan duro y aprovechan al máximo lo que tienen. Él es así. También Nacho Llovet, el del Andorra. Hacen lo que el entrenador les pide. Dennis Rodman no llegaba a dos metros, pero iba a por todos los balones. ¿Que estaba mal de la cabeza? Pues sí, pero lo mismo eso era lo que le hacía jugar así.

-¿Se ve evolucionando a ser un ‘4’ o siempre va a ser un ‘5’?

-Siempre voy a ser un interior. Sí que es cierto que vine a Cáceres con la intención de evolucionar más al ‘4’, aparte de jugar minutos tras lo que pasó en Polonia, claro. Hago técnica individual con Armando [Gómez] todos los días, intentando mejorar el tiro. Estoy con más confianza, pero el equipo no necesita que yo me tire cinco triples, sino que trabaje para los demás en los bloqueos y vaya al rebote. Quiero evolucionar al ‘4’, pero voy a hacer lo que me diga el entrenador.

-Se dice que con 3 o 4 centímetros más sería un fijo en la Liga Endesa…

-Como todo en la vida. Y si mi abuela tuviera ruedas, sería una bicicleta. En la universidad venían mucho a vernos los equipos de la NBA a Kevin Hervey, que está ahora en los Oklahoma City Thunder, y a mí. Más de una vez le dijeron de mí a mi entrenador: «este chico va a tener una buena carrera en Europa». Y yo pensando: «dame una prueba, hombre. Algo haré». Con 10 centímetros lo mismo estaría en la NBA ganando millones [risas]. Cada uno tiene lo que tiene, ya está.

-Háblenos de usted. Dicen que le interesa mucho la política, la economía…

-El baloncesto es la parte central de mi vida, pero siempre pienso que tienes que tener otras cosas. Me gusta poder hablar de todo, saber de todo, lo que pasa en el mundo, en una sociedad que quiero que vaya hacia adelante. En Estados Unidos hice un doble grado de marketing y comercio internacional en cuatro años cuando en teoría se tarda cinco en hacerlo. Ahora sigo haciendo cursos de temas económicos. Leo, intento estar al día. Me interesa mucho la medicina. Quería ser médico porque mi padre y mi madre lo son, pero con el baloncesto era imposible compatibilizar.

-Se ha criado en un ambiente de gente muy educada, ¿no?

-Tampoco vivíamos en una mansión, pero es una buena familia. Me han cuidado muchísimo desde pequeño. Tengo dos hermanos y el mediano, Willy, parecía el más orientado hacia el baloncesto, pero tuvo muchas lesiones de rodilla. Acabé usando el baloncesto como forma de escapar de todo en una época mala de la familia.

-¿Qué le gusta hacer fuera de la pista?

-De lunes a viernes estoy completamente centrado en el baloncesto. Pongo todas las horas de mi día en entrenar, comer y dormir. Alguna vez me han dicho que no haga tantos entrenamientos extra. Llevo haciéndolo todos los años. Pero es verdad que cuando me toca ‘off’, es ‘off’ y lo aprovecho para estar tranquilo, viajar, estar con mis amigos, ver algo.

-¿Está contento en Cáceres como ciudad?

-Está bien, pero no es Bilbao, la capital mundial. Ojalá quién estuviera esta noche [por ayer] para ver la semifinal de Copa del Rey de fútbol. Vivimos a diez metros de San Mamés. Pero Cáceres está bastante mejor de lo que pensaba. No había estado nunca, pero me informé con gente que había estado aquí y cada vez me entraron más ganas. Me está gustando. Es un sitio tranquilo, pero hay cosas que hacer. Se come muy bien, aunque volvemos a lo mismo: ¡no es Bilbao! En serio, lo peor es que te vengan a visitar porque se tarda mucho en llegar.

-Si mañana le ofreciesen renovar, ¿diría que sí?

-Queda mucho. ¡Ni siquiera nos hemos salvado aún! Nos ganamos la vida con esto. El estado de la LEB Oro económicamente es lamentable. Baloncestísticamente tiene mucho nivel y es mejor que muchas ‘primeras’ en Europa. A Cáceres no me vine por el dinero. Quiero estar donde pueda progresar.

-¿Su objetivo es la Liga Endesa?

-Es la mejor de Europa. Quiero jugar ahí desde que era pequeño y siempre me ha motivado ver a gente contra la que he competido y al que he ganado y que está ahí ya. Ya pude al final del primer año en Polonia, pero no pudo ser por mala suerte. Mi mentalidad es llegar lo más alto posible, ver cuánto de bueno puedo llegar a ser. ¿Que es en ACB? Pues claro.

-¿El Cáceres se clasificará para los ’playoffs’ o no?

-Lo primero es ganarle a Palma este domingo. Pero yo dije en verano que se podía competir por estar entre los nueve primeros. Primero quiero asegurar la salvación y luego a luchar hasta el último partido por los ‘playoffs’. Ningún equipo nos va a querer en una eliminatoria a cinco partidos. Si hacemos las cosas como debemos, tenemos opciones.

-Cuente la historia de los bollitos de su madre…

-Son bollos de mantequilla de Bilbao, de una pastelería de al lado de casa que se llama Nevada. Están muy buenos. Los trajo cuando vino a vernos a Valladolid y los repartí por el equipo. Parece que al entrenador le gustaron mucho. Mi «ama» («madre» en vasco) es un sol de mujer y nos ha sacado adelante. Ha venido a verme jugar a todas partes: Texas, Polonia… Se merece todo y más, aunque tiene una verborrea crónica impresionante. Yo he pillado algo de ello.