La primera derrota de la Champions resultó suficiente. La primera significó la despedida de la competición, así de voluminosa fue. El Barça cayó de nuevo con estrépito, mayor si cabe por los precedentes (no corregidos) de anteriores temporadas y por producirse ante un rival inferior. No habrá repercusiones pese a que las proporciones del despropósito de Roma atañen a todos los estamentos futbolísticos del club: desde el palco al césped, pasando por las salas de reuniones de los ejecutivos, el despacho del entrenador y el vestuario donde se visten los futbolistas. Pero la temporada sigue vive con la posibilidad del doblete.

La Champions del 2015 brindó la victoria electoral a Josep Maria Bartomeu, que resumió su candidatura con la foto del triplete y del tridente. No queda nada. El triunfo fue un islote, acaso una nostálgica anécdota. Desde entonces, el equipo ha caído en los cuartos de final cada año. Solo con Guardiola (dos títulos y dos semifinales del 2009 al 2012), el Barça estuvo a la altura de lo que se espera de él.

La foto del once titular remite a la alineación de Berlín. Solo Semedo y Umtiti han llegado después. Valverde no confiaba en nadie más de los que alineó, dando a entender que no confía en el banquillo, ni lo considera de garantías. Tampoco lo creía Luis Enrique, lo que traslada parte del problema hacia arriba, al amplio y sofisticado cuerpo técnico.

Pero el problema, de origen, se sitúa en el césped. Jugó la alineación de gala, la lista de jugadores que recitaría cualquier aficionado, sea del Barça o no, con la única salvedad de Semedo. Los titulares se creen titulares y los suplentes se sienten suplentes porque es el rol que acaban asumiendo, con lo que todos se acomodan. Los primeros no se sienten amenazados. No hay una competencia que eleve el nivel. Ni Valverde la ha forzado. Sus suplentes son los mismos que los de Luis Enrique. Dembélé, el relevo de Neymar, estuvo en el banquillo los dos partidos.

Otro de los ‘grandes males’ es la dependencia casi absoluta de Messi. El argentino lo condiciona todo, o él o nadia. Y cuando no está, todo el Barça lo paga. No hay más que mirar a Roma.