No, no acaba de estar contento del todo Rafa Nadal. Ahora que se ha instalado en la cima del planeta --dentro de unos días recibirá la corona que le acredita como el número uno-- le empiezan a salir pequeños problemas. Ayer, nada más levantarse en la Villa Olímpica y conocer el resultado del cuadro que le espera en los Juegos, le cambió la cara. "Es el peor que puede tocar", dijo Nadal, quien se medirá al italiano Potito Starace en la primera ronda del torneo.

ASEDIADO No era, sin embargo, el cuadro lo único que preocupa al número uno del mundo. Hay cosas que no le dejan estar tranquilo en la Villa Olímpica, donde se confunde con miles de deportistas que no paran de fotografiarse con él. Lo que le inquieta, de verdad, son asuntos más trascendentes.

"La verdad es que me he entrenado bastante mal", fue su primera confesión, pero no la última. "Llevo unos días entrenándome bastante mal aquí, en Pekín. El cambio de horario, muchos partidos acumulados y una humedad terrible", añadió.

Se le nota incómodo. Extraño. Aunque retos más difíciles ha superado el doble ganador de Roland Garros y Wimbledon en un año inolvidable. Si lo completa con el oro olímpico, hará de nuevo leyenda. "Al coger la raqueta se me resbala, espero adaptarme antes del lunes", dijo el tenista, convencido de que debe ganar esta batalla para entrar en la pista con energía.

No podrá, sin embargo, dejar de mirar las plantas de sus pies, dañadas por una temporada frenética. Quedan unas llagas como prueba. ¿El cuadro? Difícil, claro. Después de Starace, puede encontrarse con el australiano Lleyton Hewitt en segunda ronda, luego con el checo Stepanek, el británico Andy Murray, reciente vencedor en Cincinatti, y una posible semifinal con el serbio Novak Djokovic, que no se le da muy bien.