Una carrera de cinco metros perseguido por todos los recogepelotas y el chapuzón ansiado en la piscina del Reial Club Tennis Barcelona. El baño merecido de los campeones. Tres años después, Rafael Nadal pudo saltar al agua. Su rostro ya no tenía la tensión que había mostrado a lo largo del torneo a medida que pasaba rondas y especialmente ayer, en la final ante el japonés Kei Nishikori, al que se impuso por 6-4 y 7-5.

Era la prueba del nueve que no quería fallar. Y después de una batalla con suspense y emoción hasta el último punto, como en los mejores tiempos del campeón que dominó ese escenario y otros muchos, Nadal volvió a morder el trofeo de casa por novena vez. Como hace una semana en Montecarlo. Como ya logró en el 2014 en Roland Garros, Nadal reafirmó a quien dudaba que está de vuelta. "Creo que sí", admitió Nishikori en la sala de prensa mientras Nadal se bañaba, igual que el japonés hizo en las dos últimas ediciones.

El exnúmero 1 había puesto fin al imperio japonés. Durante 2 horas y 4 minutos luchó para evitarlo pero al otro lado de la red se encontró con el peor rival posible. Nishikori le aguantó el pulso en el primer set y se mereció un mayor premio. El japonés, implacable desde el fondo, tuvo hasta ocho break points para romper el servicio de Nadal, pero solo lo logró una vez (3-2). Nadal, en cambio, tuvo solo dos y las aprovechó para adelantarse 3-1 y cerrar el primer set por 6-4 en 50 minutos.

SAQUE Y DERECHA Lo salvó con su servicio y lo remató con su derecha. "En el primer set me ha salvado el saque. Es un jugador incómodo, acorta la pista y esconde el golpe. Parece que tienes el punto controlado y acabas defendiéndolo. Si no juegas a un gran nivel, no le ganas", admitió. De la segunda manga se sintió más satisfecho a pesar de que tras dominar por 4-1, Nishikori empató (4-4 y 5-5). "Creo que he sido mejor pero he dejado escapar oportunidades con 15-40 y 4-3 y después un match ball con 5-4". Pero logró cerrar el partido apuntando los dos últimos juegos para demostrar que está en el mejor camino hacia París. Su tenis vuelve a ser temido sobre tierra. Lo secundan esos 500 puntos del título que le acercan al Big four , el club de los cuatro mejores en el que estuvo mucho tiempo y al que quiere volver antes de llegar a París para evitar el cruce antes de semifinales.

"Realmente esta victoria es especial. Unir Barcelona a este grupo de nueve me hacía mucha ilusión. Han sido dos semanas fantásticas", reconoció Nadal. Menos le importaba igualar a 49 el récord de torneos en tierra que se disputa con el argentino Guillermo Vilas desde hace tiempo. En Madrid podría batirlo, pero si no, ya sabe que tiene tenis y tiempo para lograrlo. "Eso es una cifra, no le doy más valor; lo realmente importante es ganar el torneo", insistió.

Le hizo más ilusión dedicarle el triunfo a su madre Anna Maria, que ayer cumplía años. Un triunfo que también celebraron los organizadores del torneo y el patrocinador principal, que tiene a Nadal como embajador. "Ya tocaba. Nos hace muy felices a todos", decía al borde de la piscina Albert Costa, director del torneo. Ayer tuvieron la final soñada y el campeón deseado.

"¿Ha vuelto Nadal?", le preguntaron en la sala de prensa. "Eso son cosas vuestras, si Nadal viene, se va... No participo de esas polémicas. Creo que estar el cinco del mundo no es irse. Lo único que puedo decir es que hago lo que puedo cada día. Ni me fui ni he vuelto. Hay épocas mejores y otras peores", recalcó, admitiendo, eso sí, que el año pasado no estuvo bien: "Pudieron más las cosas negativas". Siente finalmente que el trabajo y su ilusión por jugar le han dado el premio que buscaba.