Se podría decir que cualquiera puede llegar a donde he llegado yo. No es que fuera, ni mucho menos, un portento físico, pero sí siempre muy cabezón y por eso me machacaba y trabajaba mucho. Tenía mucha autoexigencia y esa pudo ser la clave en mi carrera». El karateca Manuel Rasero Ruiz, ‘Lolo Rasero’ (Higuera la Real, Badajoz, 13 de marzo de 1986) digería en la mañana de ayer con orgullo la concesión del Premio Extremadura del Deporte 2018. 24 horas después, el hombre récord del deporte regional estaba feliz. Muy feliz.

«No lo esperaba, sobre todo ahora, que no sudo ni participo en campeonatos», comenta quien acumuló antes otros galardones autonómicos en otras categorías, como la de mejor promesa (2003) y el de más destacado deportista extremeño absoluto (2012). Son otras ramificaciones de los premios de un perfil de menos significación, pero también importantes, importancia que le da él mismo. En su vida todo ha cambiado desde que decidió, tras sus medallas de bronce en los nacionales absolutos y universitariso, que ya era hora de dejarlo, aunque fuera todavía acumulando preseas. «Ya no disfrutaba tanto», asume el laureado deportista.

Con ese tono y perfil modesto que le ha caracterizado siempre, disfruta de la vida desde otro punto de vista al tiempo que agradece que siga siendo querido en su región, convertido habitualmente en un referente inexcusable cuando se cuantifica la colección de títulos nacionales de 18 años consecutivos. Un animal competitivo de primera magnitud dentro de un historial de casi imposible parangón estadístico.

EN FAMILIA / Rasero, retirado desde el pasado mes de febrero, ha empezado una nueva vida fuera de la élite. Y lo ha hecho de la mejor manera, sin marcha atrás y contento. «Creía que iba a echarlo mucho de menos, pero no es así. Tengo mucha tranquilidad». Con él, su mujer, Estefanía, peluquera de profesión, y sus hijas, Jimena (3 años) e Inés (3 meses), convertidas en su principal ocupación en esta mañana posterior al éxito (uno más) que añadir a un historial repleto.

Este profesor de Educación Física que ejerce desde que aprobó la oposición en Cumbres Mayores (Huelva) «a 12-13 minutos de mi pueblo» está ahora de baja laboral por paternidad, pero, en contra de lo que sucede con la competición, sí echa en falta a sus alumnos y «echo de menos mi trabajo», con los que ha hecho videoclips espectaculares, alguno de ellos relacionados con el karate. Antes se había fajado, al igual que como competidor pero en otro escenario, en diferentes centros educativos andaluces, pero estos más lejanos, casi todos ellos en la provincia de Cádiz, como en Barbate o San Fernando. «Ahora he tenido suerte con poder estar aquí al lado,con todo lo que ello supone», cuenta.

«Estudié el primer año de Ciencias del Deporte en Cáceres, y después me fui al CAR de Madrid para terminar allí». En la capital compatibilizó estudios y entrenamientos y su carrera sobresalió. Sus cualidades, dice, se centraron especialmente en la aludida autoexigencia y «en lo psicológico», en lo que, a falta de potencia física, era muy fuerte.

En el momento en el que vive, con un reconocimiento muy especial a su carrera, se acuerda de su maestro, José Boza, con el que sigue trabajando. «A él le costé dinero. Cuando iba a entrenar a Cáceres, teniendo yo 16 o 17 años él ponía el coche y el gasoil», recuerda. En Madrid, David Luque, Javier Ferreira y Oscar Martínez moldearon su condición de supercampeón español.

Rasero continúa con la preparación de karatecas en su localidad natal, de 2.500 habitantes. «Tanto José Boza como yo quisimos crear una especie de mini-centro de alto rendimiento en el pueblo». Y así está siendo. ¿Que salga alguien como él o como su hermano Luis, también con medallas nacionales? Es complicado, pero según la teoría del mayor de los Rasero, todo es cuestión de autoexigencia y ser cabezón.