En el momento en el que seguramente ha acumulado mayor número de críticas y levantado numerosas dudas sobre su titularidad, Raúl González Blanco sigue aspirando a su gran sueño: conquistar un título con España.

Es el baluarte en donde han descansado los pilares del fútbol del país en la última década, el icono del futbolista ideal. Se toma muy en serio su trabajo desde que llega al vestuario del Madrid todas las mañanas. Se ríe lo justo y es que su oficio no es gracioso. Para él, el fútbol no es una broma.

Le gusta madrugar, desayunar con sus hijos, entrenarse fuerte, reforzar su puesta a punto en el gimnasio y llevar una vida familiar, ordenada, lejos del ruido, de las fiestas y del ambiente nocturno que suele rodear al perfil del futbolista famoso y con dinero.

Obsesión

Raúl es fútbol cien por cien. Ve casi todo. Le gusta estar a la última. Ver sus rivales, estudiar y analizar equipos de todos los continentes y especialmente este año en la Liga francesa, donde jugaba su amigo en el Mónaco, Fernando Morientes.

Fuera del césped, Raúl es un tipo al que le apasiona el cine, el teatro, la pintura, el arte. Es habitual de las carteleras, no sólo de cine, sino también del teatro. Es el único futbolista al que se le puede ver en los teatros de Madrid, en el Lope de Vega, por ejemplo, viendo El fantasma de la ópera , en el Nuevo Apolo, disfrutando de Sit , la última exhibición de los Tricicle y en cualquier obra de interés.

En España es la foto que sirve de imagen a numerosas multinacionales. Ahora incluso ha hecho sus pinitos en el mundo de la moda donde promociona unas camisetas de la línea italiana Cruciani.

Máximo goleador en la historia de la selección española, le falta un Balón de Oro en su vitrina, pero él dice que prefiere la Eurocopa.