No llegaron a encontrarse en el relevo que Florentino Pérez decidió hacer en el banquillo blanco justo después de que Vicente del Bosque ganara su segunda Liga como entrenador del Madrid un año más tarde de haber ganado también su segunda Copa de Europa como técnico madridista, para un total de siete títulos en tres años y medio en el cargo. Fue un 23 de junio del 2003 cuando Jorge Valdano, director deportivo, hizo público que el elegido para sustituirle era Carlos Queiroz, hasta entonces entrenador adjunto de Alex Ferguson en el Manchester United.

El técnico portugués, nacido en Maputo (Mozambique) en 1953, se encontró ante la oportunidad de su vida. Entronizado por Luis Figo, Jorge Valdano convenció a Pérez para su contratación. El argentino lo presentó como gran adalid de la modernidad, en contraposición con un pasado poco acorde con los tiempos representado por el hoy seleccionador española. "Hemos notado síntomas de agotamiento en Vicente del Bosque. Tenía un librillo más tradicional y ahora queremos un librillo más táctico, más estratégico... Buscamos un entrenador con un perfil más acorde con la imagen del Madrid. No queremos un entrenador estrella. Queremos un perfil más bajo", comentó en aquel acto.

Un discurso que convenció sin duda a Queiroz, pero que aún provoca que Del Bosque ponga cara de palo cuando se le recuerda la escena. Nunca se lo perdonará a Pérez y Valdano.

Lo que vino después no fue más que un palo de ciego tras otro para acabar la temporada en cuarta posición y perder la final de Copa con el Zaragoza. No supo gestionar una plantilla encabezada por el propio Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham, que llegó con él, y Raúl, dio la espalda completamente a la cantera y no tuvo ninguna oportunidad de revertir la desolación en que volvió a caer el madridismo. Lo que vino después fue peor.

Queiroz, mientras tanto, se volvió al Manchester a la sombra de Ferguson y a la espera de otra oportunidad para volver al primer plano. Le llegó en el 2008 con la dirección técnica de la selección portuguesa, cargo que ya había ocupado a partir de 1991 tras haber guiado a la generación de oro lusa liderada por Figo, Rui Costa, Couto y Baía a ganar el Mundial sub-20 en 1989 y 1991 y la Eurocopa sub-17 de 1989. Su primera experiencia con los grandes fue poco gratificante ya que no pudo clasificar a Portugal para la Eurocopa de 1992 ni para el Mundial de 1994.

Viajero

Tampoco en el Sporting de Lisboa, al que llegó en 1993, consiguió mucho: una Copa y una Supercocopa portuguesa. Despedido, se fue a Estados Unidos para dirigir al New York/New Jersey MetroStars y más tarde a Japón al Nagoya Grampus Eight. Recaló en la selección de los Emiratos Arabes hasta 1999 y más tarde en el equipo nacional de Suráfrica. Metió a los Bafana Bafana en el Mundial del 2002 pero se marchó al caer en cuartos de la Copa de Africa de ese año.

Mañana, en los octavos de final del Mundial de Suráfrica, se encuentra al fin con Del Bosque, un colega al que dice profesar algo más que respeto. "Mi relación con él es la mejor. Le admiro", dijo hace tres días en la misma rueda de prensa en la que no hizo más que alabar el juego del equipos español: "Le tengo mucha admiración a España, hace un fútbol muy positivo, arriesgado, al ataque, con fuerza y mucho glamur. Creo que hace el fútbol que todo el mundo debería jugar". H