Lance Armstrong sólo tiene una preocupación, al margen de ser el más grande sobre la bicicleta. Es la de intentar luchar contra el cáncer, la enfermedad que no logró tumbarle en 1996. Ha llenado la ruta del Tour de pulseras amarillas. Vende alrededor de 3.000 todos los días al precio de un euro. La recaudación servirá para combatir la enfermedad entre los niños de Francia. Con gestos como éste trata de ganarse la simpatía del pueblo francés, que ayer empezó a bajar de la nube. Thomas Voeckler puso toda la voluntad del mundo, pero comenzó a ceder de forma alarmante su ventaja.

Armstrong no tuvo reparos ayer en descubrir el motivo que le llevó a realizar el gesto de la tarde. El tejano le entregó en bandeja la victoria de etapa a Ivan Basso, el líder del CSC, el corredor de 26 años que quiere contentar a Italia con sus triunfos en el Tour y, además, pelear, al menos, por el podio de París. "No le he disputado la etapa porque la madre de Basso está muy enferma". La mujer sufre un cáncer. Hasta ayer sólo lo sabía el entorno del conjunto danés que dirige Bjarne Riis, ganador del Tour de 1996, el que no logró Miguel Induráin por sexta vez.

Un equipo perfecto

Basso está muy afectado. "Además, es mi amigo, un buen corredor al que ya quise fichar el año pasado". A lo mejor, y en esto también el estadounidense es muy listo, quería neutralizar a un rival en potencia, como hizo en su día con Roberto Heras. Ayer, una vez más, el Big Blue, el US Postal, le funcionó a la perfección. "Es un equipo que se ha hecho grande con los años", comentó. "De hacerme subir tantas montañas, me ha convertido en un escalador", añadió George Hincapie, el único que le ha acompañado en sus cinco victorias, un neoyorquino de origen colombiano que también vive en Girona. Hincapie le realizó una ascensión prodigiosa en el Aspin.

Allí también se empleó a fondo Benjamín Noval, el asturiano que ha llegado este año al Big Blue de la mano de Chechu Rubiera. "¿Qué? ¿Hemos ganado? ¿Cuánto le hemos sacado a Ullrich?". Así lo preguntaba al llegar, rezagado, a La Mongie. "¿Tanto? No puede ser", era su respuesta al conocer los 2.30 minutos de desventaja que ayer sumó Ullrich. "Me ha sorprendido que cediera tanto tiempo", añadió Armstrong. Pero el fallo del alemán en la primera etapa de montaña es habitual. En el 2000, en Hautacam, perdió 3.10 minutos; en el 2001, en Alpe d´Huez, 1.59, y el año pasado, de nuevo en Alpe d´Huez, 1.24 minutos. Y, luego, siempre, acabó segundo. "Armstrong aún no ha ganado el Tour", contestó Ullrich.

El Plateau de Beille

En esto coincidió con Armstrong. "Están los Alpes y la carrera no está ni mucho menos sentenciada". Hoy la segunda ruta pirenaica, con el Plateau de Beille, será más dura.

"Lance deberá intentar ganar", pidió Rubiera, ansioso por encontrar tranquilidad en la última semana de carrera.