Hace cuatro años, un revolucionario inoculó el virus del cambio genético en el fútbol alemán. Era Jürgen Klinsmann, el seleccionador que devolvió la esperanza a Alemania y demostró que hay otro fútbol. Igual de eficaz, pero más alegre. Más fresco. Que también ahí, en ese país donde el músculo había impuesto la dictadura por los siglos de los siglos, había espacio para el talento. Klinsmann no está en Suráfrica, pero sí Joachim Löw, su ayudante, el guía que ahora empuja al fútbol teutón en busca de un profundo cambio cultural. Hoy, la rejuvenecida Alemania se estrena ante Australia (20.30 horas, Cuatro).

Llega sin su gran estrella. Llega sin Michael Ballack, quien sufrió una entrada brutal en la final de la Cup jugando con el Chelsea y tendrá que mirar el Mundial fuera del campo. Lo que para muchos era un drama, Löw lo ha transformado en una fuerza interior para motivar a un grupo repleto de jugadores nuevos. Toca remontarse hasta 1934, el segundo Mundial de la historia, para encontrar un grupo con tantos jugadores tan jóvenes. "Es la mejor selección en la que he jugado nunca", dice orgulloso Philipp Lahm, el nuevo capitán elegido por Löw tras la ausencia de Ballack. "Y en la que hay menos hay jugadores típicamente alemanes", subrayó el defensa del Bayern, finalista en el 2002, tercero en el 2006.

M LLER, ZIL, MARIN... No citó Lahm a ningún jugador en concreto, pero toda Alemania sabe que empieza a disfrutar de una generación de jugadores prometedores. Ahí están, entre otros, Thomas Müller (21 años), la joya que ha moldeado Louis van Gaal esta temporada en el Bayern Múnich, sin perder de vista a dos talentos que deslumbran al fútbol europeos. Ambos juegan en el Werder Bremen y ya han encandilado a los grandes clubs del continente. Se trata de Mesut zil (21 años), quien ya ha manifestado públicamente su deseo de jugar algún día en el Barça junto a Messi, y Marko Marin (21). Müller está más hecho, pero zil, lo más cercano a Netzer que se recuerda en los últimos tiempos, y Marin pueden explotar en cualquier momento. De origen turco es zil y Marin tiene ascendencia serbo-bosnia, otro símbolo de lo que es la Nueva Alemania.

"Nuestros jóvenes han demostrado ya su gran calidad. Tenemos mucha confianza en ellos", comentó el seleccionador, convencido de que esa selección puede dar un giro a la historia. No solo si consigue el título (Alemania no besa la Copa desde Italia-90) sino si logra mantenerse en la cima (desde 1954 nunca ha caído antes de los cuartos).

DULCE EUFORIA El impacto de la baja de Ballack ha quedado mitigado por una excelente fase de preparación donde Alemania no ha perdido ningún partido. "Es la hora de la verdad", recalca Olivier Bierhoff, el mánager general de Alemania, seguro de que Löw sabrá gestionar tanta esperanza reunida en esos rostros nuevos que han llenado el país de una dulce euforia. "Este equipo nos ha enseñado que hay que tener mucha esperanza", dice.

En Alemania, hace cuatro años, se generó una conexión mágica entre la obra de Klinsmann y la gente a pesar de que no pudo llegar a la final porque Italia le apartó del sueño. Pero el fútbol germano empezó a detectar los síntomas del cambio que instauró Klinsmann. A partir de hoy le toca a Löw, que debuta en un Mundial como máximo responsable técnico, que no hay vuelta atrás. Que Alemania camina hacia otro fútbol.

Australia es la primera piedra que se cruza en su camino. "Hemos visto muchos vídeos suyos y nos ha causado una fuerte impresión", alertó Bierhoff. "No han encajado un gol en 17 de sus últimos 23 partidos", recordó el mánager. No lo dijo, pero pensó en la lógica falta de experiencia de una selección donde cinco de los 11 jugadores que se enfrentarán hoy a Australia tienen menos de 10 partidos como internacional. "Será un partido difícil, Australia no es un equipo muy espectacular, pero su rigor defensivo es prácticamente perfecto", insistió Löw.