Duro. Muy duro. La renuncia del Extremadura Arroyo de voleibol a la plaza de Superliga es una de las noticias más tristes de los últimos años en el deporte regional.

Tiene que ser muy frustrante ver cómo te ganas con tremendo esfuerzo el derecho a jugar en la élite y, por lo que sea, te quedes con la miel en los labios. Aquella gesta en Socuéllamos, hace apenas un mes, se ve frustrada por, argumenta el club, la falta de apoyos privados.

Me da mucha pena que el sueño de regresar a la Superliga no se pueda llevar a cabo. Hace un tiempo hablé de manera privada con Adolfo Gómez, ‘Tate’, presidente y entrenador del Arroyo, y no me dio buenas sensaciones. Me dejó preocupado parte de esa conversación, aunque en ningún momento me sorprendiera alguna de las claves.

Pasado el tiempo, se han cumplido los temores que tenía Tate y Arroyo tendrá que competir en la segunda categoría. Qué quieren que les diga: difícil de asimilar desde cualquier perspectiva desde la que se mire.

Siempre he alabado el proyecto de este club, para mí bandera del deporte regional. Este año mismo ha sido propuesto para Medalla de Extremadura. Estuvo en la élite varios años consecutivos y, tras un doloroso descenso, ahora tenía la opción de regresar. Leo que hasta hoy había plazo, aunque la carta de renuncia ya está enviada. ¿Podría haber algún milagro de última hora? Supongo que no, pero cosas más difíciles se han visto, desde luego.

En más de 30 años de experiencia periodística jamás he visto a un colectivo tan unido durante tantas temporadas, en el día a día, como esta entidad. Siempre nos quedarán Yohana, Beu, Gala, Bea o Carmen, unas chicas extraordinarias como deportistas y como personas que lo han dado todo por una causa extraordinaria, como los eternos José Fragoso o Tate. Qué pena.