Trabajo cumplido. Rafael Nadal se desabrochaba los cordones de sus zapatillas y sonreía viendo de reojo cómo sus compañeros de equipo, entrenadores, técnicos y capitán saltaban abrazados en una piña roja en el palco del equipo cantando "¡Vamos, vamos; dale, dale, España!" como si fueran una barra brava argentina, dirigidos por Feliciano López. El recuerdo del título ganado cuatro meses antes en Mar del Plata ante Argentina estaba vivo en todos ellos. La victoria del número uno del mundo ante el serbio Novak Djokovic por 6-4, 6-4 y 6-1 certificó que siguen siendo los grandes campeones.

Ayer, en un aparcamiento de Terra Mítica, en Benidorm, y ante 16.000 personas que volvieron a llenar la instalación de mecanotubo, España tomó la salida hacia la conquista de una nueva ensaladera de plata. El camino hasta repetir la final del 2008, que esta vez podría jugarse en casa, será duro y largo pero de la mano de Nadal y con el grupo de tenistas que forman la selección de Albert Costa, nuevo capitán, la misión no es imposible. La próxima estación, en cuartos de final contra Alemania --que ayer eliminó a Austria (3-2)--, también tendrá parada en España y será una semana después de Wimbledon (10, 11 y 12 de julio).

DOMINIO ABSOLUTO España demostró ante Serbia (4-1) que en casa y sobre la tierra de su rey Nadal sorprenderle se antoja muy difícil por no decir imposible. Y ese dominio no es solo por tener en sus filas al número uno del mundo, sino también a escuderos como David Ferrer (12º del mundo), que ayer remató la victoria al imponerse en el último partido a Viktor Troiki (6-0, 6-3); Tommy Robredo (15º) y Feliciano López (27º), además de Fernando Verdasco (9º) --ausente en esta eliminatoria por lesión-- y Nicolás Almagro (21º), suplente de lujo en Benidorm.

En tierra no hay quien les sople y si juega Nadal, menos. "Un volcán en erupción", fue como le presentó el locutor de la pista antes de empezar el partido contra Djokovic. Y así fue. El tenista serbio aguantó 2 horas y 28 minutos. Ayer estuvo más acertado que el sábado contra Ferrer. Se le vio más rodado, más agresivo, más concentrado y dispuesto a sacrificarse y a tener paciencia. A pesar de eso, se marchó de la pista sin poder arrebatarle ni un set a Rafa Nadal.

El número 3 del mundo mantuvo la igualdad en el marcador en los dos primeros sets, pero cada vez que llegaba el momento decisivo, Nadal ponía una marcha más y resolvía a su favor. Lo hizo en la primera manga, la única en la que Djokovic pudo aprovechar uno de los cuatro break-points de los que dispuso en el partido. Nadal entró precavido, consciente de que no está rodado en tierra, pero impuso siempre su ritmo. Velocidad de bola, altura y peso. Djokovic solo podía responder con winners y eso es un suicidio contra Nadal.

BAJARSE LOS PANTALONES En los pocos momentos de igualdad del partido, el último campeón de Australia dejó claro que no no iba a permitir ninguna sorpresa. Como ejemplo, una jugada espectacular en el quinto juego de la segunda manga, cuando Nadal llegó a una dejada de Djokovic (hizo hasta 14 y solo ganó 4), corrió luego al fondo para devolver de espaldas a la red un globo, contrarrestar un smash y esprintar a por otra dejada del serbio. Increíble. No ganó el punto, pero Djokovic supo que no era el mejor día para ganar a un Nadal que solo ha perdido en tierra dos partidos de los últimos 121 que ha jugado desde el 2005.

El serbio se desesperó tanto que al inicio del tercer set se bajó los pantalones después de que Nadal le ganara el último break point que tuvo con una bola que dio en la cinta. "Un gesto de loco" explicó Djokovic que se sentía frustrado. Era una forma de reaccionar ante un rival del que dijo que "aunque no es invencible, en tierra es el jugador más dominante que nunca he visto".