Mientras que en 24 países de todo el mundo andan ya celebrando la clasificación para el Mundial, en España se celebra que la selección no esté de patitas en la calle y que, si todo sale bien, podrá meterse... en la repesca. Francia es la única de las grandes selecciones que no está ya con todas la demás, camino de Alemania. Hasta que no demuestre lo contrario, España sólo es grande de boquilla.

Es grande para ganar a Bélgica, que en la comparación de nombres y fichas no resiste comparaciones, y será grande para imponerse a la pobre San Marino. Como lo hizo en aquella noche de furia contra Malta, aunque quizá la grandeza no le llegue para meterle cinco o más goles, y cruzar los dedos para que Serbia y Montenegro falle en casa ante Bosnia, y poder ahorrarse entonces esa dramática repesca. Pero lleva años, casi toda la vida, sin ser grande en los grandes momentos, sin dar el salto que le correspondería por nombres, por lo menos más allá de los cuartos de un gran torneo.

Pasan los años, pasan los técnicos, y la selección no pasa de ser un equipo del montón, una colección de generaciones predestinadas en algún momento a romper con esa historia negra y que siempre acaban pasando de largo, ampliando la larga lista de generaciones perdidas. Y en esa encrucijada anda la de ahora, con nombres que invitan a mirar arriba y que, de momento, siguen a ras de suelo, sin levantar una pizca de ilusión. Iker Casillas, Puyol, Xavi, Reyes, Joaquín, Vicente, Torres, futbolistas que no deberían estar metidos en una repesca.

DEUDA SALDADA Al menos, la victoria de Bruselas tiene otras lecturas positivas. Tanto Fernando Torres como José Antonio Reyes tenían una deuda pendiente con el seleccionador. Luis ha confiado en ellos en multitud de ocasiones y ninguno le había correspondido en el campo.

En Bruselas por fin devolvieron a Luis una fe que sinceramente estaba a punto de perder todo el cuerpo técnico del equipo nacional.

Lideran Torres y Reyes una generación extraña, con mucho talento, pero liviana. Buena, pero irregular, menos futbolera sin duda que aquel equipo donde Hierro, Nadal y Luis Enrique mandaban y metía miedo a los rivales en cualquier estadio del mundo.

Aragonés teme ahora que a Torres y a Reyes les llenen otra vez la cabeza de pájaros y que las portadas de prensa les trasladen a ese mundo irreal, a esa burbuja donde se recluyen los futbolistas cuando la gente no se cansa de pasarle la mano por la espalda. Por eso, seguro hablará con ellos para que no se desborde la euforia. Es su papel.

Reyes se fue a comer con Torres ayer en el día libre a la selección. Tácticamente, llamó la atención que España comenzó a espabilar con los cambios de Luis, pero sobre todo cuando cambió el estilo.

FUTURAS NOVEDADES Luis Aragonés quiere meter otra velocidad al equipo. En los días previos han dado muchas vueltas a su lista. Al final no ha querido dar una gran vuelta de tuerca, pero en su mente sí está dar un buen giro en cuanto la selección se serene y tenga el pasaporte para el Mundial de Alemania.

Riki, del Getafe, está en su agenda. Ezquerro, del Barcelona, es un objetivo, pero su suplencia continuada le impide llamarle. Y en la banda derecha, Luis busca alguien que ponga en aprietos a Joaquín, que sin competencia en la Liga, se abona a la titularidad sin sentir el aliento de nadie en el cogote. Luis y sobre todo su ayudante, Armando Ufarte, siguen muy de cerca a Juanfran, el madridista cedido al Espanyol.

España ahora piensa en San Marino. Pero con la vista en el sorteo de la repesca del día 14 en Suiza. Sin olvidar eso sí, que Serbia debe de ganar a Bosnia. Los técnicos de España no tienen tan claro que Serbia se vaya a pasear. Pero son conscientes que el segundo plato es lo que toca ahora para ir al Mundial. Por cierto, que el estadio Vicente Calderón se perfila como el escenario idóneo para albergar ese decisivo encuentro en Madrid.