«¡Ribatrans, uno de los nuestros!», se podía leer ayer en una encendida expresión de euforia de un seguidor verde en la red social Twitter. El torrente de ilusión que ha generado entre los aficionados más fieles del Cacereño la inminente compra del club por parte del empresario Carlos Ordóñez a través del grupo Ribatrans ha creado unas expectativas importante en el entorno del club verde. La publicación de la noticia de este diario en su edición de ayer ha sido seguida por innumerables mensajes de optimismo.

La condición de cacereño de Ordóñez ha acrecentado ese sentimiento y así se han sucedido las muestras de satisfacción. “El tema es que por fin el club se pone en manos de alguien de Cáceres, alguien serio y con ganas de trabajar por el CPC. Yo lo que espero es que espero que no nos pase como otras veces, que el proyecto se firme y se dé transparencia”, desea José Luis Bravo, ‘Wito’, incondicional del club desde niño.

Ribatrans (nombre construido con el nombre de la pedanía de Rincón de Ballesteros, donde pasó sus primeros años Ordóñez) es una empresa en plena expansión con prestigio en el mundo del transporte, siendo una de las más pujantes de la comunidad extremeña y operando incluso a nivel internacional. Además, el grupo tiene negocios en varios ámbitos más, como el del corcho.

El empresario, que prefiere aún callar hasta que esté firmado el último documento dentro de un prolijo proceso documental, tiene una máxima: trabajar por el club en diferentes ámbitos. Y ya de hecho lo ha demostrado para que los jugadores estén al día de cobro y que se esté mejorando el césped del estadio Príncipe Felipe, algo en lo que se sigue trabajando esta semana.

En las próximas semanas se conocerán los detalles definitivos, pero mientras tanto, el impacto de la información ha sido muy grande. Ahora todo se quiere perfilar para no dar lugar a la duda. El gabinete jurídico de Ordóñez también trabaja desde la más absoluta discreción para atar los últimos flecos que harán que el cambio de manos en el decano del fútbol extremeño sea efectivo y al 100 por 100 para que se pueda decir, sin ambages, que el Cacereño ha cambiado definitivamente de manos. De momento, todo está encaminado en la mejor de las direcciones para concluir la operación con éxito.