Linares vivía ayer en estado de shock. Los enfermos de básquet de la ciudad andaluza tenían los ojos más rojos que nunca por culpa de la roja. Y no solo porque se habían pegado el madrugón para ver como Gasol y Navarro aplastaban, por fin, a la Alemania de Nowitzki. Mientras se sacaban las legañas, muchos seguían frotándose los ojos porque no podían creerse lo que habían vivido en la final del Europeo cadete disputada en el pabellón Julián Jiménez Serrano. "La actuación de Ricky Rubio es lo más grande que he visto nunca en una pista de baloncesto", decía ayer el emeritense Manolo Flores, exentrenador del Cáceres y actual gerente de la sección de baloncesto del Barcelona que, a diferencia del base del DKV, no es un recién llegado en el mundo del básquet.

Ricky, un quinceañero, la perla de la cantera de la Penya, había cerrado su admirable actuación en el torneo con una sobrenatural exhibición en el partido decisivo ante Rusia. Con 51 puntos, 24 rebotes, 12 asistencias y 7 robos, lideró la victoria española en la final ante el equipo del Este (110-106) y forzó la prórroga con un triple a tablero desde la mitad de la pista.

CANASTA ANTOLOGICA Con 87-84 y un segundo para la conclusión del partido, todo el pabellón asumía la victoria rusa. Todos menos él. Levantó sus 192 centímetros y la clavó contra el tablero para forzar la primera de las dos prórrogas que, a la postre, darían a España su primer oro en la categoría. "Yo iba a felicitar al seleccionador ruso cuando Ricky cogió el balón en el medio campo, dio dos pasos, tiró y la metió. Fue increíble", reconoció el seleccionador cadete, Jota Cuspineda. En los dos tiempos extras, el artillero de 15 años se echó el equipo a la espalda y traspasó el medio centenar de puntos con una serie de 16/25 de dos, 2/6 de tres y 13/17 en tiros libres. La temporada pasada ya hizo historia al ser el debutante más joven de la ACB, al saltar a la cancha del Granada con solo 14 años, 11 meses y 24 días.