A Rodrigo González Morán (Badajoz, 8-2-1989) una pirueta del destino, un detalle nimio, un contacto personal, le inició en lo que después sería la pasión por el arbitraje en las canchas de baloncesto. Aquello, hace más de 15 años, fue porque "un compañero de mi padre que se dedicaba a esto me lo comentó". El, un niño entonces, empezó una carrera en un mundo de pura vocación, cuyo último reto le sitúa en la fase de ascenso a la Liga Femenina en Cáceres, que afronta con la ilusión de "estar en casa".

Ayer ejerció de auxiliar en el Ibaizábal-Araski, del grupo 2. Es el colegiado representante de Extremadura entre el grupo de escogidos para la fase. El pasado año, en Lugo, hubo dos: con él estuvo la cacereña Esperanza Mendoza. González está un estrato por detrás de la colegiada, una compañera con la que tiene una "gran relación" y entre los cuales existe un respeto mutuo.

Mendoza pita LEB Oro y Liga Femenina y apunta incluso a la ACB tras ser citada a un curso en Suecia; el pacense, Liga Femenina 2 y EBA, pero dentro de la Federación Extremeña le sitúan ya entre los mejores en no mucho tiempo. "Es uno de los referentes, uno de nuestros árbitros jóvenes con gran proyección y este torneo es un gran premio para él, consolidando sus expectativas. Será un posible trampolín para conseguir metas futuras, porque tiene todas las condiciones, no solo en lo físico, sino en conocimientos arbitrales, para no tener límites", dice Javier Ramos, director técnico del área de árbitros de la territorial.

"Con los pies en la tierra" dice el protagonista estar antes de soñar en subir peldaños en el escalafón arbitral. Este estudiante de Gestión y Administración de Empresas, que ha sido un bailarín de relativo alto nivel, transmite esa pasión por el arbitraje indefectiblemente. Y en ello se afana.