Vestido como si saliera del vestuario de los Bulls de Chicago abandonó ayer Ronaldinho el Camp Nou. Iba caminando despacio. De forma sosegada, sin prisa de nada, acompañado solo por Pepe Costa, miembro del club. Nadie más escoltaba a la estrella que desea iluminar mañana por la noche el cielo de París.

Vestido de Michael Jordan, con pantalón y camiseta roja. Badana negra en la cabeza y aire despreocupado. "¿Cómo estoy? Bien, tranquilo. Listo, preparado", dijo ayer el brasileño sin perder esa sonrisa que le ha hecho tan ilustre como su fútbol mágico. Ronaldinho está preparado. No hay mejor noticia para el Bar§a antes de jugar mañana la final de la Champions. Con él, todo es más fácil.

Al fondo de una de las salas del Camp Nou le aguardaba Jorge Andrade, el central del Deportivo, uno de los mejores amigos de Deco. Sufrió una grave lesión y no estará en el Mundial con Portugal. Andrade, por su parte, traía a un amigo que quería hacer una minientrevista a Ronaldinho. La estrella tomó asiento en el sofá y se relajó. Bueno, en realidad, ¿alguien ha visto estresado al brasileño?

"¿Por qué debo estarlo? ¿Ansiedad? No, ninguna. Sabemos que es una final muy importante, pero el equipo está bien. Con mucha confianza", declaró el jugador azulgrana, como si el de mañana contra el Arsenal fuera un partido más. Pero no lo es. Ni siquiera para él. "No creo que deba compararlo con la final del Mundial", recalcó.

LA MISMA RUTINA En Yokohama, en Japón, hace casi cuatro años, Ronaldinho era uno más. La estrella era Ronaldo. Después, Rivaldo. Y luego, él. Ahora, Ronaldinho ha adelantado a todos. No tan solo por una cuestión de edad ni de jerarquía.

El fútbol que ha producido en este periodo (2002-2006) le ha impulsado al trono. Ahí arriba, instalado en la cima, no altera nada su rutina. "He hecho lo mismo de siempre. ¿Para qué cambiarlo? Ya he dicho que es la final que soñé desde que llegué a Europa", recordó convencido de que podrá conquistar la Champions. Lo mismo de siempre para Ronaldinho es vivir la vida sin presiones, sin agobios, a pesar de que ha tenido una agenda de locos. Ayer, cuando dejaba el Camp Nou disfrazado de Jordan, hacía lo mismo de siempre. El gesto surfero al niño que se cruzaba en el camino, de vuelta a su casa de Castelldefels, la sonrisa que no le abandona y el programa informático que usa en las grandes noches. El mismo que empleó ante el Chelsea hace un año, a pesar de la eliminación.

TRANQUILO El mismo con el que ridiculizó a Terry en el Camp Nou hace unos meses. El mismo con el que hipnotizó hace unas semanas al Milan en San Siro. "¿Ronnie? Ya lo ves, como siempre. A dos por hora en los entrenamientos", susurran en el vestuario cada vez que le preguntan por la estrella. "Si acaso, el único cambio, el único, es que ha tirado más penaltis que de costumbre", añaden sin inquietarse ni un ápice.

Por si acaso. Ronaldinho nada ha cambiado. Nada debe cambiar porque ha completado una tercera temporada en el Bar§a de ensueño, conquistando la segunda Liga consecutiva, alcanzando la friolera de 17 goles en la Liga y 7 en la Champions. "No pienso en el gol de la final. De verdad. Solo quiero dar el pase, quiero ayudar a mis compañeros. Sólo quiero la Champions", recalcó antes de subirse al avión que le llevará hoy a París, la ciudad que le abrió la puerta de Europa. Antes de hacerlo, seguro que Ronaldinho habrá tenido tiempo para tramar en el jardín de su casa de Castelldefels la jugada de la final frente a Bola de Fogo y El Negro, sus dos perros a los que no ha dejado de driblar.

Así es Ronaldinho, el hombre que puede dar su segunda ´Champions´ al Barcelona.