Nunca antes un piloto había ganado tantas carreras (21) sin ser campeón del mundo y Nico Rosberg no quiere pasar a la historia superando ese dudoso honor en manos de Stirling Moss. El alemán sumó en Monza un triunfo contra pronóstico que resolvió en la salida, aprovechando un clamoroso fallo de Lewis Hamilton en la arrancada. Rosberg lucha contra su compañero y rival al que tiene a solo dos puntos en el Mundial, y pelea también contra la historia, contra esos únicos antecedentes de 1998, 2005 y 2006, en los que Alain Prost, Kimi Raikkonen y Michael Schumacher no fueron campeones a pesar de sumar siete victorias.

Ese séptimo triunfo fue quizá el más sencillo del año. Hamilton arrancaba en 'pole', pero se quedó patinando y fue adelantado por Rosberg y por los dos Ferrari que alejaron definitivamente al inglés sin opciones de luchar por la victoria. "Obviamente, perdí mucho en la salida. No necesitaba que mis ingenieros estuvieran preocupados o nerviosos, así que les intenté decir que fue mi culpa, pero no sé exactamente qué es lo que pasó", reflexionó Hamilton, que le echa la culpa a la nueva reglamentación que limita el uso a un solo embrague por parte del piloto, cuando antes eran dos. "Ahora es mucho más complicado controlar la temperatura del embrague y suceden cosas así".

MOMENTO CLAVE Es la séptima ocasión en la que un Mercedes --el de Rosberg o el de Hamilton-- pierden la primera posición en la arrancada. "Creo que en ese momento solo piensas en recuperar la posición en la que habías arrancando. Lo Intenté pero veía a Nico alejarse", explicó centrado en sobrepasar a los dos Ferrari con la estrategia. "Por supuesto, sabía que la victoria no iba a ser posible, pero lo iba a intentar. Era lo mejor que podía hacer después de perder en la salida".

"Los puntos se reparten el domingo y en una buena salida lo solucionas. Todo se resolvió antes de la primera curva. Después fue fácil", dijo el alemán.

Las largas rectas de Monza dejaron el camino expedito para el potentísimo motor de los Mercedes y complicó la vida para el Toro Rosso de Carlos Sainz --el coche con menos velocidad punta de toda la parrilla-- y el McLaren de Fernando Alonso que, fuera de los puntos, se dio el gusto de marcar la vuelta rápida, montando neumáticos nuevos a tres vueltas del final.