Todo tenía un aire nuevo en Jerez. Todo menos Valentino Rossi. Todo parecía recién pintado, brillando con sus mejores galas bajo un sol cegador. Todo, menos el mono azul, blanco y amarillo del Doctor, que traía recuerdos inmemoriales, como sus siete victorias en tierras andaluzas, su circuito preferido. Había jóvenes que aparecían para ganar por vez primera, como el británico Bradley Smith (Aprilia, 125cc, 18 años) o casi niños, como Marc Márquez (KTM, 125cc, 16 años, tercero). O veteranos resucitados con aire de rebeldes, como el japonés Hiroshi Aoyama (Honda, 250cc), que se resistía a irse de este circo sin demostrar que puede ser campeón del mundo y derrotó en la misma recta a Alvaro Bautista.

Había de todo. Y todo sonaba a novedoso, a calentito. Menos Valentinik, cuyo don es ser el maestro de ceremonias de cualquier carrera, de cualquier temporada, de cualquier Mundial. Incluso de este, que se antoja más reñido que ninguno (tres grandes premios, tres vencedores: Casey Stoner, Jorge Lorenzo y, como no Valentino Rossi) y, ya en mayo, visitado el paraíso de los motards, tiene color amarillo, del sol que luce en su casco el italiano.

CELEBRACION REPETIDA El muro gira, la crisis aprieta, el Mundial cambia, los equipos se renuevan, las parrillas cambian y Rossi sigue ahí, invariable, marcando la pauta, dictando cómo se hacen las cosas y gobernando las carreras a su antojo. Vale ganó ayer su octavo gran premio en Jerez, conquistó su victoria número 98 en 213 carreras, se subió al podio por 154 vez y decidió celebrarlo con la misma broma que hizo, hace una década, sí, sí, 10 años, en 1999, en Jerez: metiéndose a orinar en uno de esos lavabos portátiles que hay en el borde de la pista.

De los 123.340 motards que se dieron cita ayer en Jerez, la mitad aman a Jorge Lorenzo (Yamaha) --que se estrelló cuando apretaba de lo lindo, a falta de dos vueltas, para intentar arrebatarle la medalla de bronce a Stoner-- y la otra mitad adoran a Dani Pedrosa (Honda), que salió disparado cuando se apagó el semáforo pero acabó siendo presa fácil para Rossi, que lo pasó, más o menos como una flecha, a mitad de gran premio. Pero de esos 123.340, todos son de Rossi. No hay aficionado a las motos que no quiera que gane Rossi. Y él, claro, lo sabe. Y lo celebra. Y lo festeja. Y se aprovecha de ello. De ahí que gane casi la mitad de carreras que disputa. De ahí que acabe en el podio las dos tercera partes de grandes premios que corre.

Poco importa que Jerez soñase con un pleno español. Fue una lástima, pues las tres poles se transformaron en cuatro podios: Sergio Gadea (segundo en 125cc), Márquez (tercero en 125cc), Bautista (segundo en 250cc) y Pedrosa (segundo en MotoGP). Pero, si está Rossi, la peregrinación siempre vale la pena. Fue hermoso el duelo vivido por los peques (Pol Espargaró y Márquez) en pos al podio de 125cc, cuya victoria la consiguió con una mano Smith. Fue vertiginosa la lucha por la victoria de Aoyama y Bati en dos y medio, pero más maravillosa fue la carrera de Rossi en la categoría reina. No porque arrollase, no porque ganase, no porque dejase sembrado el asfalto de cadáveres, sino por cómo lo hizo y a la velocidad que lo hizo. Vertiginosa, claro.

Pedrosa se fue. Y tras él escapó también Stoner. Y tras ellos Lorenzo, que había realizado unos entrenamientos --incluído el de la misma mañana de ayer, antes de la carrera-- vertiginosos. Y, bastante después, arrancó Rossi. "Me costó coger el ritmo, pero sabía que los cambios hechos poco antes de la salida serían positivos. No tenía prisa por llegar, lo que quería era asegurarme la victoria. Llevaba dos segundos puestos y eso, en un ganador, no es nada bueno".

Escapó de Lorenzo. Llegó a Stoner y no le duró ni dos curvas. El australiano se resistió, pero pensó que para poder disfrutar de su primer podio en Jerez lo mejor era aguantar las embestidas de Giorgio y no pelear con Rossi. Y cuando el Doctor llegó a la altura de Pedrosa fue un visto y no visto. "Yo sabía que llegaría. Y sabía que me pasaría. Y que se iría. Y sabía que mi moto no está para aguantar ese ritmo. Es el precio que hemos de pagar por no tener aún la moto que necesitamos para ganar carreras", reconoció el tricampeón.

Si Rossi, el rey, el monarca, el jefe de todos, vivía feliz tras ser segundo en Qatar y Japón, por qué no lo tiene que estar Pedrosa tras sus cajones de Motegi y Jerez. Solo hay que ver como trató Rossi a Pedrosa ("al pobrecito Dani", como le calificó al coronar su persecución, superarlo y verlo en apuros con su Honda) en el podio de Jerez, como un colega, como un piloto que, probablemente, le pueda echar una mano en su pelea doméstica con Lorenzo y mundial con Stoner.