Venían en bici, charlando ambos tranquilamente de sus cosas, despreocupados, relajados, sin pensar en que un par de horas más tarde harían girar, de nuevo, las ruedas del éxito del ciclismo español para darle la novena medalla de los Juegos. De la Villa Olímpica venían Joan Llaneras y Toni Tauler, su novato compañero en la prueba de Madison, y llegaron sin presión al platillo volante del velódromo de Laoshan, en el que como dos marcianos de Mallorca (Joan es de Porreres; Toni, de Santa Margalida) volaron directamente al podio para besar la plata.

Sin pedir permiso a nadie se colaron ambos entre Argentina (oro) y Rusia (bronce) para demostrar que el milagro de la pista continúa. Y que Llaneras no quería bajarse para siempre de la bicicleta sin dejar otro registro para la leyenda. Es ya, con cuatro medallas (dos de oro y dos de plata), el deportista español más laureado en unos Juegos. Hasta el último día se ha comportado con la grandeza que ha presidido su longeva carrera. Con 39 años, Llaneras ha sido una referencia en la pista y un personaje incómodo para el establishsment del poder, contra el que se ha rebelado en varias ocasiones.

Ayer, por ejemplo, con la medalla en el pecho, Llaneras quiso recordar que ascendió la cima gracias a aportaciones de patrocinadores, sin disponer de grandes ayudas oficiales. "Yo he tenido la suerte de tener un espónsor como Illes Balears. Gracias a ellos he podido dedicarme a esto", dijo antes de recordar que no hay vuelta atrás. Se va. Guarda el casco, recoge las bicis, deposita las medallas en una vitrina y cambia de domicilio --ahora vive en Girona y vuelve a Palma para ser el gerente deportivo del nuevo velódromo de la isla--, aunque antes recuerda que renuncia a mucho.

"Me voy, es una decisión que ya tenía consensuada con la familia desde hace tiempo. Es una lástima porque tal como están montadas las becas, que solo te la dan con buenos resultados en los Juegos, tengo que renunciar a una cantidad de dinero importante", afirmó sin alzar apenas la voz. Pero con ese estilo tan llaneriano de decir las cosas. Con la misma simplicidad con que se mueve en la pista, habla y se comporta el bimedallista olímpico en Pekín. Alejado, eso sí, de cualquier fanfarria, impartiendo una lección de astucia y estrategia en cada prueba. Hay, y eso no lo duda nadie en los velódromos del mundo, un estilo Llaneras.

MARCAJE AL MAXIMO Ayer, en ese platillo mágico de Laoshan, que ha dado tres medallas al deporte español (Llaneras, Olaberria y Tauler) quedó la última prueba como si fuera la última lección de un maestro. Tardó en entrar la pareja española. Cruzaban las manos para darse los relevos, cuchicheaban y miraban, de vez en cuando, el marcador. Pero daba la sensación de que no tenían energía para estar entre los primeros. Así sucedió en los cinco primeros esprints, donde España no puntuó.

¿Cansancio? ¿Táctica? ¿Engaño? Ni una cosa ni otra. Todas ellas reunidas en Joan y Toni. "Creíamos que no estábamos entre los favoritos porque era la primera vez que corríamos juntos. Pero, al parecer, algunos nos tenían fichados", contó luego Llaneras. Quizá, por eso, tardaron en aparecer. Iban camuflados en las últimas posiciones del pelotón, que dio 200 vueltas al platillo. Habían cubierto las 100 primeras y ni rastro de Joan. Ni de Toni. Uno escondía al otro o viceversa. Así hasta que llegó el momento diseñado por Llaneras, todo un mito manejando tiempos, espacios, rivales y las diversas situaciones que se dan en una prueba tan compleja como la de Madison.

Después de esperar un tiempo prudencial, casi más de la mitad de la carrera, y cuando comprobaron que los demás daban signos de fatiga, Joan habló con Toni. En una segunda fase primorosa ascendieron al segundo puesto. "Espero haber dejado una forma de correr que la gente aprenda. Hay cosas en las prueba de puntos y de Madison que ahora me copian". Pero solo existirá un Joan Llaneras.