El mundo del fútbol, absorto en su propia vanidad, miró con recelo el ambicioso proyecto de Catar: formar en 12 años, a partir de la nada (nunca había superado los cuartos de final en ningún torneo internacional trascendente), una selección nacional competitiva para competir en un Mundial. A tres años vista de la cita planetaria en el emirato, ha llegado el primer gran resultado de su historia, campeón de la Copa de Asia.

Sin ninguna presencia anterior en una Copa del Mundo, la designación de Catar contravino toda lógica y entregó una plaza mundialista a un país que, por méritos futbolísticos, nunca había estado ni cerca de conseguir. Sin embargo, Catar ha estado jugando su Mundial desde diciembre de 2010, cuando el ahora suspendido por corrupción Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, anunció al país asiático como anfitrión en 2022.

El fútbol catarí no ha dejado de progresar a un ritmo vertiginoso y, como los rumores sobre las hordas de los mongoles en la Europa del siglo XIII, parecía que nunca lo harían, pero los éxitos han llegado, antes y con más virulencia de lo que vaticinaban los más optimistas.

El Mundial de Catar, rodeado de investigaciones por corrupción, con cambio de fecha (se disputará en invierno, entre el 21 de noviembre y el 18 de diciembre), en medio de las tensiones políticas con sus vecinos y con reiteradas condenas internacionales por el trato a los trabajadores extranjeros; ha encontrado en el aspecto estrictamente deportivo su tabla de consolación.

EL SEMILLERO DE LEÓN

En enero de 2016, el goleador Ali Almoez, pichichi de la Copa de Asia con 9 goles, y el centrocampista clave Assim Madibo, enérgico y resolutivo, entrenaban bajo la nieve en un campo helado de León. Fueron dos de los cataríes que desembarcaron en la Cultural y Deportiva Leonesa con un objetivo claro: “Queremos mejorar para el Mundial y estar aquí es un paso más para conseguirlo”, decían entonces.

Almoez disputó diez partidos en León y anotó un gol, Madibo apenas jugó 20 minutos; ahora son dos piezas clave del sistema del seleccionador catalán Félix Sánchez. En el filial de la Cultu, el Júpiter Leonés, y en el Atlético Astorga jugó Tarek Salman, central titular en todos los partidos del torneo, y por España (Villarreal -no debutó- y Sporting) pasó también Akram Afif, el otro puntal ofensivo del equipo. El heredero del legado es el delantero de 18 años Khaled Mohamed, el más joven de la convocatoria, aún sin debutar con el combinado absoluto, que esta temporada se está curtiendo en León.

UN PLAN A LARGO PLAZO

No siempre es fácil, cuando tienes el dinero por castigo, mantener la impaciencia a un lado y apostar por un modelo de resultados lentos, pero más seguros. La inversión más fuerte fue en una academia, Aspire, que llenaron de técnicos y directivos europeos, muchos españoles; para que funcionara como centro neurálgico de todo el proyecto.

Ahí se han entrenado todos los jóvenes futbolistas cataríes, que después ganaron experiencia europea cuando Aspire compró la Cultural Leonesa, el KAS Eupen belga y el Lask Linz austriaco. Por alguno de esos clubes han pasado, salvo uno, todos los cataríes menores de 23 años que se proclamaron campeones de Asia, la que tiene que ser la base del equipo que será anfitrión en el Mundial.

Con menos de 500.000 habitantes con nacionalidad catarí, el volumen de jugadores seleccionables es ínfimo, por eso han tenido que trabajar de forma concienzuda con los pocos futbolistas cataríes hasta llevarlos al primer nivel del continente. Al contrario que en otros deportes, como halterofilia o balonmano, y al contrario de lo que se especuló, las nacionalizaciones han sido una excepción en la selección catarí de fútbol, siempre en busca de veteranía para complementar sus jóvenes proyectos.