Muchos ciclistas ( y no solo los profesionales) se afeitan las piernas porque así lo dicta la tradición. La misma que, año a año, obligaba a todos los corredores a visitar la peluquería antes de tomar el avión o el tren para afrontar las tres semanas de combate en el Tour prácticamente con la cabeza al cero, que apretaba el calor, que molestaba el casco... Hasta que llegó Peter Sagan, el último fenómeno de la bici.

Hasta que llegó este año Sagan a la Tirreno-Adriático, que casi gana en marzo, y se presentó con unas piernas que lo asemejaban más a un oso que a un ciclista, y con una cabellera en el Tour que, visto como afrontó la 'grande boucle', le dio más fuerzas al estilo de Sansón que molestias por el sudor. Hasta, también hay que decirlo, que el auxiliar del Tinkoff, su equipo hasta finales de diciembre, le dijo que se afeitara las piernas de una vez, que con tanto pelo no había forma de darle un masaje en condiciones.

EXTROVERTIDO Y CON CARA DE TÍMIDO

Sagan va contra todo y contra todo lo escrito. Es el ciclista extrovertido pero con cara de tímido, el que ya no toca el culo a las azafatas cuando sube al podio, porque su mánager, Giovanni Lombardi, al que hace tanto o más caso que a Patxi Vila, su director en el Tinkoff que se va con él al conjunto alemán del Bora, le dijo que no era lo correcto. Y porque Sagan se casó con Katarina Smolkova, el año pasado, pocas semanas antes de que ambos emularan en Youtube a John Travolta y Olivia Newton-Jonesbailando como Danny Zuko y Sandy Olsson al puro estilo de 'Grease'.

Y por su esencia extrovertida, tras corregir la mala imagen en el podio y celebraciones exageradas en sus victorias, es decir, madurar a los 26 años, y sobre todo porque gana en cualquier lugar --menos en la alta montaña, por ahora-- se ha convertido en el nuevo fenómeno del ciclismo, hasta el punto de que el año que viene será el segundo corredor mejor pagado del pelotón, superado solo por Chris Froome, entre otras cosas porque el británico gana el Tour, tres veces, de momento.

A Sagan se le recuerda el pasado mes de julio en Berna, adonde llegó la ronda francesa, como ciudad más cercana a Eslovaquia. Él sabía que más de un millar de aficionados, muchos de ellos llegados desde Zilina, su ciudad natal, lo esperaban en la meta de la capital suiza, adonde habían llegado en autocar. Y por ellos ganó. Y por ellos se paseó por la meta suiza, los buscó y casi los saludó uno a uno personalmente.

EL MUNDIAL DE CATAR

Aún no hace un mes Sagan ganó el Mundial más soso que se recuerda, el que se peleó con el viento del desierto y en el que conquistó su segundo jersey arcoíris, tal vez reinvidicando que él y solo él había llevado público a Catar; a Doha, su capital, la ciudad, al menos ciclísticamente, vacía de espectadores, a no ser algunos invitados de la Unión Ciclista Internacional (UCI), de las diversas delegaciones... y los hinchas de Sagan, que vibraron con su victoria; casi un centenar lleva en sus siete años como profesional.

Un día, a principios de este año, llamó a Lombardi y le dijo a su mánager: "quiero ir a los Juegos". Nada extraño encontró su representante, que lo fue antes de Ivan Basso y los hermanos Schleck, en que Sagan fuera a Río. "Sí, pero a la prueba de 'mountain bike'". Eso era lo extraño, lo raro, muy de Sagan... Quería montarse en una bici de montaña apenas unos días después de despuntar en el Tour, sin apenas tiempo de adaptación, aunque él se fue a los montes de Colorado. "Pero si no tienes puntos en montaña y el reglamento te hará salir en última posición". "No importa", replicó Sagan.

Desde luego que no importaba. En el último día de los Juegos, Sagan partió el último en la carrera de bici de montaña y al final de la primera vuelta, tras una remontada heroica, ya se encontraba en la pelea por las medallas, hasta que destrozó una rueda y se esfumó el sueño.

EL EXTRAÑO EQUIPO TINKOFF

En un equipo extraño, como ha sido el Tinkoff, nunca tuvo un problema para compartir el liderato con Alberto Contador. Cuando el ciclista madrileño buscó a gregarios o compañeros que no se habían portado como esperaba o esforzado como entendía hacia su jefe de filas, jamás señaló a Sagan. Incluso, pocas veces olvidó el madrileño felicitarlo públicamente por alguna de sus victorias a través de las redes sociales.

Cuando Contador abandonó el Tour, él se quedó como líder del Tinkoff, tratando de que Oleg Tinkov, el propietario, no se le abrazara más de la cuenta. En Montpellier se aprovechó del viento y se formó una pequeña escapada ilustre, en los últimos kilómetros. Se llevó a Froome, que volvió a arañar unos segundos más a Nairo Quintana, enemistado entonces con el viento y con las alergias. "Si Contador llega a estar corriendo jamás me habría escapado", declaró tras su victoria, otra a añadir en un sensacional 2016: campeón del mundo, número uno mundial, campeón de Europa, jersey verde del Tour, con tres victorias de etapa, ganador del Tour de Flandes, de la Gante-Wevelgem, del Gran Premio de Quebec, de etapas en California y Suiza, y hasta de la combatividad de una ronda francesa, en la que se escapó cada día que pudo para demostrar que Sagan era y es espectáculo puro, tanto dentro como fuera de la carretera.