Que el idilio fútbol-política no es nada nuevo, es algo ya de sobra conocido. Otra cosa bien distinta es que sea o no sea aconsejable. Una prueba evidente bien se puede extraer de aquella entrevista que Jordi Evole, 'El Follonero' le hiciera a Ibarra, el cual, y haciendo gala de su 'verbo fácil', tachaba literalmente de "tonto" al expresidente barcelonista Laporta. En su opinión, por pretender servirse del fútbol para obtener réditos políticos. Amén de que ver en el estrado de una entrega de premios al mérito deportivo casi más representantes políticos que premiados, como ocurriese recientemente en la gala de la radio pública, o incluso de que algún periodista pueda encontrar en sus artículos similitudes entre el último entrenador madridista y 'GuillerMou-Mounago', sea ya una constante en el día a día de este juego-deporte-espectáculo-negocio.

El ya manido y trasversal fenómeno social, junto a la 'radiante actualidad' de la federación extremeña, quizás haga plantearse si aquella explícita denuncia del expresidente, no cobra hoy mayor relevancia. Planteamiento en este balompédico país, donde todo se vertebra bajo el paraguas del Consejo Superior del Deporte, con dependencia orgánica del poder ejecutivo.

Es decir, del gobierno central. Sobra puntualizar que compuesto por aquel partido ganador de unas elecciones generales. Las federaciones dependen del CSD y todos los gobiernos autonómicos del central, luego, a priori, bien podría deducirse que la FexF lo es del Gobex. 'Groso modo' y grosas dependencias. En contraposición, la madre FIFA y su reglamento, presunta y al menos pretendidamente por encima de los gobiernos en lo suyo, válido para cualquier rincón de sus doscientos nueve países afiliados y en el cual viene expresamente censurada la intromisión política en sus asuntos. La expulsión de la federación albanesa de 'nuestro' exitoso Mundial 2010 o la amenaza de sanción a la francesa por idénticos motivos y tras hacer de su ridículo en el mismo una cuestión de Estado, tan solo son dos claros ejemplos.

Entre lo internacional y lo regional, evidentemente lo nacional, la RFEF, con enérgica y pública oposición a que el gobierno central interviniese en su proceso electoral, para elegir presidente. Postura no apoyada entonces, por algunas territoriales, entre las que no se encontraba la extremeña, dicho sea de paso.

Choques normativos, por tanto, y donde quizás haya que buscar algunos de los porqués sobre del sinuoso proceso electoral del fútbol extremeño, acaparando, o si se prefiere teniendo que acapar, el gobierno autonómico en él gran parte del protagonismo. O dicho de otro modo: asistir a lo que para algunos es una legalidad y para otros tantos una injerencia política. Todo confuso, al menos. Urge, sin duda, acabar con este interminable sainete de pasiones, traiciones y engaños. Y urge ser acabado a ser posible por el actor principal del mismo: el fútbol extremeño, inmerso, además de en un grave crisis interna, en un posible incumplimiento con sus entidades matrices.

"Tardo seis horas en reunirme vía electrónica y apartar a España de la Eurocopa", (nuestra Eurocopa-2008), se amenazó desde la presidencia FIFA en el affaire gobierno central-RFEF, sobre las elecciones citadas anteriormente.

Advertencias proporcionalmente extensibles al conflicto extremeño, porque si algo al preocupa al fútbol tanto o más que la violencia, el racismo o el amaño, no es otra cosa que lo que desde el mismo se viene interpretando como un 'excesivo intervencionismo público'. Amores difíciles... un idilio tormentoso.