Las paredes de la vetusta Universidad Laboral esconden a una posible futura estrella del voleibol español. Se llama Samuel Castilla, es canario, tiene 18 años y juega como receptor en el Cáceres Patrimonio de la Humanidad, de la Superliga 2, que le trajo a Extremadura el pasado verano. Parece un estudiante más, intentando peleándose con el 2º de Bachillerato con vistas a ser universitario. Pero 'Samu' es solo subcampeón de Europa y del mundo junior y está llamado a hacerse un hueco en la élite nacional.

Al menos, ya es titular en la considerada como mejor generación del voleibol español y está siendo clave en la evidente mejoría del Cáceres, que en las últimas temporadas no había salido del último puesto de la segunda categoría y ahora anda en la zona media-baja.

"Me siento realmente bien aquí. Tenía otras muchas opciones, pero elegí esto porque sabía que iba a jugar mucho e iba a ser importante. Es la clave cuando eres un jugador en desarrollo, como yo. Raúl Rocha el entrenador supo convencerme y me he adaptado fenomenal a la ciudad y a la gente", explica con una insólita madurez, tanto mental como física (1,88 de altura y músculo). Parece un tipo de veintimuchos años, pero apenas acaba de dejar atrás la adolescencia. "Llevo mucho tiempo fuera de casa, aquí y allá", añade.

Los inicios

Castilla podría pasarse horas y horas hablando de voleibol, un deporte que ama desde los 12 años, cuando abandonó el tenis en su Santa Cruz de Tenerife natal. "Me pusieron a jugar y al poco tiempo ya me encontraba muy a gusto. Es algo que engancha, muy para jugadores inteligentes, en el que se mezcla la fuerza y la precisión. Y, aunque no haya contacto físico, los 'piques' que hay son impresionantes", relata. Divide su esfuerzo actual en terminar el Bachillerato ("no sé qué carrera haré, pero me gustan mucho las ciencias") y entrenar dos, tres, cuatro horas... Las que hagan falta. Desde el pabellón de El Vivero tiene que coger el último autobús urbano hasta la Universidad Laboral casi a las 23.00 horas. Aún hay que cenar, pero es el final de un día que ha empezado a las 7.00.

"Estar aquí y ser de fuera te da una responsabilidad especial. No ganas mucho dinero, pero eres profesional. A lo mejor si estuviese en mi casa me relajaría", asegura. Pero su gran estímulo sí está en casa: "mi hermana Elizabeth tiene dos años menos que yo y también juega. Siempre está pendiente de lo que hago y si juego, es por ella". Eso sí, no todo es voleibol: su otro deporte es el surf, aunque en Cáceres no pueda practicarlo, claro.

Destilando optimismo, pronostica una gran segunda vuelta de su equipo: "lo hemos hecho bien en la primera, pero en la segunda vamos a dar guerra". Samuel Castilla Hernández. No hay que olvidar este nombre.