El próximo mes de octubre se cumplen dos años de la prematura muerte de Saturnino Montero Iglesias. ‘Sátur’, como le conocían todos, era un referente en el fútbol modesto en la región desde su particular atalaya de fundador e impulsor del Veracruz, modesto club de la cacereña barriada de Las 300.

Me acuerdo ahora de Sátur, justamente en el fin de semana que ha tenido lugar la presentación en sociedad del nuevo proyecto de su club del alma. Me consta que el espíritu de aquel tipo pequeño de estatura y enorme de humanidad sigue vigente en Las 300. Me gusta también que se hayan apuntado al carro gente muy entusiasta y dispuesta a poner ganas. Aparte de ello, sigue habiendo personas tradicionalmente desinteresadas que han cogido, gustosas, el legado del gran Sátur para seguir peleando por el fútbol más puro.

La reinvindicación de la figura de este hombre para todo es la del abnegado constructor de sueños de niños y jóvenes que tienen en el deporte una referencia vital y que sueñan en grande. Esta visión romántica del formador del deportista, al más puro estilo tradicional, no tiene por qué ser excluyente con la del técnico formado en mil cursos o estudios universitarios.

Como en tantas otras cosas, ser taxativo en cuanto a la manera de concebir la política de cantera es una equivocación tremenda. He conocido a muchos entrenadores de perfil tradicional, con más o menos preparación, y siempre he admirado siquiera la dedicación y el carácter nada pecuniario de su labor. Para esto se puede colegir que hay que nacer, aunque yo no sería tan tajante, desde luego.

Sátur, no te olvidamos. En realidad tu legado sigue estando ahí, tan presente como tu humanidad. Hacen falta muchos ‘Sátur’ en este mundo, que se está tornando en peligrosamente cuadriculado.