Si alguien es capaz de dejar un montón de preguntas sin respuesta en el deporte actual, ése es Valentino Rossi, el pentacampeón, el único piloto que puede rivalizar en popularidad, en prestigio, casi en títulos --cinco del italiano contra seis del insaciable alemán-- con Michael Schumacher.

El 2004 se abrirá con uno de los mayores retos de la historia del motociclismo: ¿Será capaz el Doctor de ganar algún gran premio la próxima temporada? ¿Es lo suficientemente mágico como para convertir en ganadora una moto, la Yamaha M1, incapaz de ganar un gran premio en el 2003 o de ser segunda? ¿Puede, de verdad, Rossi aspirar a renovar su título mundial con semejante moto?

Si estuviésemos frente a un buen piloto, diríamos que es imposible. Ni siquiera tratándose de un buen campeón apostaríamos un euro por él. Pero estamos hablando del que todos consideran un piloto galáctico y, sin duda, el pentacampeón del nuevo siglo. Por eso en el gran circo creen que sólo Rossi puede conseguir una gesta de ese calibre. Porque alguien que gana casi la mitad de las carreras que corre (57 victorias en 122 grandes premios) y es el inquilino preferido del podio (lleva 22 grandes premios sin bajarse de él, todo un récord) puede obrar milagros. Sin embargo, un piloto no es sólo un piloto: también es su moto, de cuyos éxitos o fracasos depende.