La nostalgia por los felices tiempos de fama, gloria y dinero suele ser el motivo principal que induce a los deportistas ya retirados a la reaparición. Le sucedió a Muhamad Alí. El estrés y la pérdida de motivación les condujo a la jubilación profesional, como a Martina Hingis. También la edad, que en el regreso se erige, para ellos, en el enemigo número uno que les impide volver a ser quienes eran, como le pasó a Mark Spitz. Lance Armstrong se ha propuesto un reto que muy pocos lograron superar. Contadas son las excepciones que logran el último triunfo.

El tenis es el deporte en el que se han registrado más regresos --Martina Navratilova, Jennifer Capriati, Lindsay Davenport, John McEnroe--, la mayoría con mejor suerte que Borg, y el fútbol, el que menos, pese a que los jugadores podrían camuflar y compensar las virtudes perdidas en la fuerza de un equipo.

Ni siquiera Pelé, que estuvo seis meses sin jugar cuando languidecía en el Cosmos. Ni Diego Maradona, aunque lo suyo no fue una retirada voluntaria, sino forzosa. Desde que fue sancionado por dopaje la primera vez (marzo de 1991) y permaneció 15 meses inactivo no volvió a conquistar ningún título. Ni en su primer regreso (septiembre de 1992), ni en el segundo (1995), tras otro positivo en el Mundial de Estados Unidos (julio de 1994). Después del tercero (1997), desquiciado, ni lo intentó.

También se vio forzado a retirarse momentáneamente el esquiador austriaco Hermann Maier. Después de coronarse por tercera vez campeón de la Copa del Mundo en el 2001, superó un gravísimo accidente de moto que le tuvo más de dos años convaleciente para ganar el cuarto título en el 2004.

El estadounidense Magic Johnson permaneció tres meses sin jugar en la NBA tras anunciar que era seropositivo (noviembre de 1991), pero conquistó el oro de Barcelona-92. En una ausencia posterior más prolongada de tres años, promedió 14 puntos, 7 asistencias y 6 rebotes, sin la magia que justificara su apodo.