Vive deprisa, muere joven y tendrás un bonito cadáver". La ecuación a lo James Dean también puede aplicarse al baloncesto. Media docena de clubs han desaparecido por motivos económicos en la última década después de haber tocado con los dedos el material del que están hechos los sueños ACB. El Cáceres encara el momento en el que le toque ser el séptimo. Si es así, le cabrá el dudoso honor de ser el primero de los últimos seis años, justo cuando parecía que desde la Asociación de Clubs se había conseguido la receta para acabar con un virus que la asoló hasta mediados de los 90.

Ciudades tan diversas como Granollers, Ferrol, Lliria, Zaragoza, Salamanca y Huesca han probado ya lo que es tener la gloria y después dejar de saborearla. Todas con distintas tradiciones, pero todas con el dinero --o la falta de dinero, más bien-- como telón de fondo.

Granollers, una de las cunas del baloncesto nacional, abrió la veda en el verano de 1993, cuando la familia Camps se cansó de poner dinero y dio por clausurado el club. Al mismo tiempo, el Ferrys Lliria tampoco pasó la auditoría de la ACB y descendió en la histórica eliminatoria frente al Cáceres, por lo que la patronal aprovechó la doble circunstancia para cumplir uno de sus proyectos más condicionados: reducir la competición de 22 a 20 equipos.

OTROS CUATRO

La liga de 20 duró tres años, los que tardaron en caer otros cuatro equipos y terminar de endurecerse las condiciones para acceder a la élite de la élite. Clubs como el Cornellá, el Guadalajara y el Bilbao lograron ascender deportivamente aquellos años, pero no cumplieron los requisitos, lo que benefició, por ejemplo, al Fórum, que en 1994 evitó así descender. Ese año, el OAR Ferrol, que llevaba casi diez años en la ACB, tampoco pudo conservar el ritmo financiero que se exigía y quedó fuera del exquisito círculo, en el que entonces el Cáceres estaba bien considerado por su excelente salud económica.

Un triple cataclismo esperaba en el verano del 96. El Zaragoza caía sepultado bajo casi mil millones de pesetas de deudas y su plaza iba a parar al Pamesa. En Salamanca, Mariano Rodríguez dejó de ver la rentabilidad de Los Toros y comerció con la plaza con el Granada, mientras que el Huesca --estrenado un nuevo pabellón y con otras coincidencias con Cáceres-- abandonaba ante la asfixia económica y vendía la mayor parte de sus acciones al Fuenlabrada. Desde entonces no ha habido más desapariciones.