El Cáceres no estuvo solo en la espectacular inaguración del playoff en Lugo. En la grada tuvo exactamente nueve aficionados que lo apoyaron. No es un gran número teniendo en cuenta que el Pazo Universitario registró una de las mejores entradas de toda la temporada, alrededor de medio aforo (el pabellón hace sobre 6.500) recurriendo a un viejo truco: el Breogán eligió el día para presentar a todas sus categorías inferiores, con lo que la presencia de niños (y sus padres) fue bastante alta.

Hubo ruido, sí, pero menor que los decibelios que tuvo que soportar este mismo equipo hace un año en la pista del Ford Burgos y, en menor medida, en la del Melilla. Este es un pabellón 'muy ACB' y quizás eso no contribuya para que la animación se note, algo parecido a lo que sucede en el Multiusos. En esta misma pista jugó varias veces el extinto Cáceres CB en su época en la máxima categoría.

Jaleada por el speaker , en momentos concretos del último cuarto la hinchada local apretó mucho. Pero muchos seguidores abandonaron el pabellón antes de que el choque concluyese. Seguro que mañana volverán con fuerzas renovadas después del disgusto.

Historia de los nueve

Disgusto que, desde luego, no tienen los nueve aficionados extremeños... Tiene su miga la historia: los seis de siempre y tres fichajes inesperados. Los seis de siempre son Cris, los dos Diegos, Paco, David y Luija. Son un grupo de chicos sensacionales que viajan con el equipo cada vez que puede, realizando una mezcla entre turismo y deporte que les llena extraordinariamente. Allí estuvieron, en un pequeño sector del pabellón, animando lo que podían, haciéndose cada vez más grande a medida que la victoria de los suyos se acercaba vertiginosamente.

Con ellos se sentó Filip Kzenevic, un jugador montenegrino que juega en el filial del Cáceres, el Baños de Montemayor, y que viajó con el equipo a modo de premio por su contribución en los entrenamientos a lo largo de la temporada. Y no estuvo en la grada 'de adorno': la peña Golfinegros le hizo llegar su bombo y allí estuvo el pívot, de 2,05, golpeándolo insistentemente durante todo el encuentro. La verdad es que la escena tenía su gracia.

Con Kzenevic sumaban siete, ¿no? Pero hubo dos más: cerca de ellos se sentaba una pareja adulta con bufandas negriverdes. ¿Quiénes eran? "No somos de Cáceres, somos de Valladolid". ¿Y qué hacen aquí? "Pues tenemos un hijo jugando en el equipo". Blanco y el botella: los padres de Roberto Morentin, Jesús y Amparo, que hicieron unos kilómetros para apoyar al crecido niño que tuvieron hace 32 años. El padre ponía la explicación a un error muy común cuando se escribe su apellido: "Es Morentin, no Morentín. Tiene origen navarro".

Los jugadores, con euforia contenida, saludaron y chocaron palmas con los nueve tras el choque. Son conscientes de que queda todavía mucho para pasar ronda.

El décimo

Casi seguro que Cáceres tuvo un décimo aficionado, aunque no se sentó con el resto. Fernando Vicario, un exjugador cacereño que vive en Santiago de Compostela, donde trabaja como fisioterapeuta, también quiso desplazarse hasta Lugo para dar su pequeña dosis de aliento. Llegó a debutar en la ACB con el equipo de su ciudad y también jugó una temporada en la LEB Oro, la categoría en la que mayoritariamente desarrolló su carrera. Era un base-escolta de enorme talento. Ahora sigue usando las manos para ganarse la vida.

A nivel institucional, al equipo lo acompañaron su presidente, José Manuel Sánchez; su presidente de honor, Pedro Núñez, y el directivo Francisco Javier Rodríguez.