Serbia y Montenegro es uno de los nombres que ninguno de los integrantes de la selección española quería ver para los cruces del Mundial. Y, mira por dónde, será el rival de los octavos de final. Esa desazón que genera el nombre del rival no es por miedo. Es, sobre todo, respeto porque hace cinco años que España no pierde con el conjunto serbio y en los dos amistosos que ha disputado este verano lo ha superado con facilidad: en Alicante (83-62) y en el torneo previo a este Mundial en Singapur (80-65).

Serbia ha acabado cuarta de su grupo. Solo ha ganado dos partidos. Frente al Líbano y Venezuela. El resto de compromisos con cierto peso los ha saldado con derrota (Nigeria, por 75-82; Francia, por 61-65 y ayer ante Argentina, aunque con un partido equilibrado 79-83, que en muchas fases llegó a dominar). Pero aún es la campeona del mundo y su nombre aún infunde cierto cosquilleo. Fue campeón hace cuatro años. Y también en la anterior cita, en el Mundial de Atenas-98, aunque su caída haya sido paulatina desde el último Mundial de Indianápolis en el 2002.

Dos referentes

El nuevo seleccionador Dragan Sakota ha iniciado un proceso de regeneración del equipo, obligado por los fracasos de los últimos años, para recuperar parte del brillo perdido. Descartada la convocatoria de las grandes estrellas como Bodiroga, Jaric o Stojakovic, el técnico serbio ha puesto el equipo en manos del escolta Igor Rakocevic (1,92), hasta la pasada temporada en el Real Madrid, fichado este año por el Tau, y también de Marko Milicic, un pívot de 2,12 y 21 años que juega en los Orlando Magic pero que no ha acabado de explotar en la NBA.

Desde el Mundial de Indianápolis, España y Serbia han repetido su enfrentamiento oficial. Y siempre con el mismo resultado: triunfo de la selección española. Sucedió en el Europeo de Suecia, en el 2003. En las Olimpiadas de Atenas, en el 2004. Y la más dolorosa para los balcánicos, el año pasado en el Europeo de Belgrado (79-80) ante su público.