Sergio García volvió a ser plenamente feliz tras la primera ronda del torneo de Grand Slam que más le atrae y de mayor prestigio en el golf, el Abierto Británico que ayer comenzó en Carnoustie (Escocia), al completar una vuelta antológica que le llevó hacia el liderazgo del torneo, convirtiéndose en el primer referente del torneo.

La experiencia se empeña en proclamar que la vida da vueltas, a veces tantas como una ruleta de casino, y García, que lloró desconsoladamente sobre el hombro de su madre el primer día de este mismo torneo y escenario en 1999 al firmar 89 golpes (+18), cuando pensaba que el mundo estaba a sus pies con sólo 19 años, ayer estiró su sonrisa de lado a lado para cobrarse sobrada venganza, tras sellar una tarjeta con 65 golpes (6 bajo par).

El español caminaba hacia su bola en mitad de la recta final del hoyo 18 como si nada hubiera hecho. Con un jersey grueso de lana beis y manos en los bolsillos por el frío verano escocés, el español charlaba en su caminata como si tal cosa con uno de sus compañeros de partido, pero con el ademán del golfista que sabe que su "swing" ha funcionado con precisión.