Se ha hecho muy extraño este fin de semana seguir las imágenes de la Copa Ryder en Newport (Gales) sin la presencia de Severiano Ballesteros, de 53 años, apartado desde hace tiempo de la escena pública por sus problemas de salud. Y se ha hecho extraño, sobre todo, porque es difícil encontrar a un golfista en la historia que represente mejor el espíritu de la Ryder, el enfrentamiento bianual entre los 12 mejores jugadores de Europa y de Estados Unidos, como ocurre con el golfista cántabro.

Que en esta edición del torneo, que ha recalado por primera vez en Gales, el equipo europeo haya contado con el alemán Martin Kaymer, ganador este año del Campeonato de la PGA, los emergentes hermanos italianos Edoardo y Francesco Molinari, el veterano malagueño Miguel Angel Jiménez o el sueco Peter Hanson es responsabilidad, en gran medida, de Ballesteros, que transformó por completo la imagen de la Ryder para convertirla en una de las cinco citas deportivas con más audiencia a nivel mundial.

El mejor capitán

En España, Seve ha alcanzado reconocimiento y admiración. Se le elogia por su condición de pionero en una época en la que los ídolos deportivos eran contados. Se le equipara a las leyendas. A Santana. A Nieto. Pero nunca ha logrado igualar el nivel de cariño del público británico, ante el que Seve cimentó parte de su leyenda. Tampoco su trayectoria ha dejado una huella tan profunda como lo ha hecho en Gran Bretaña, donde se le idolatra. La expectación que levantó en 1976 con un segundo puesto en el Open, con 19 años, le llevó a ganar el corazón de los aficionados y a perpetuar esa relación tres años después, en el campo de Royal Lytham, con el primero de sus tres triunfos en el torneo.

Una encuesta realizada tres días antes de que se iniciara esta edición de la Ryder entre los aficionados británicos ratifica que persiste la añoranza del héroe, tres años después de su retirada, al considerar a Seve el mejor golfista europeo de la historia y también el mejor capitán que ha tenido Europa.

Es un amor de dos direcciones. Seve nunca ha escondido su devoción por el Open, como reconocía en el libro que publicó en marzo del 2008 (Severiano Ballesteros, autobiografía , Editorial Tutor). Y lo volvió a proclamar un año después de anunciar su adiós, precisamente en tierras británicas, en Carnoustie, una de las sedes donde se disputa el Abierto Británico. "En el Open de 1984 experimenté la mayor emoción que he tenido en este deporte".

A pesar de la distancia, y de los problemas de salud que le han impedido viajar hasta Newport, Ballesteros no ha querido permanecer lejos de esta 38º edición de la Ryder. Así que a principios de semana se dirigió por teléfono a todos los integrantes del equipo europeo reunidos para la ocasión en una sala del campo galés. "Hablamos durante 10 minutos y fue una conversación muy emotiva y sobre todo muy inspiradora para los jóvenes", desveló unas horas después Colin Montgomerie, el capitán del cuadro europeo. "Después tuvimos una reunión de equipo y el ambiente fue totalmente distinto por la pasión que fue capaz de transmitirnos".

Recuperándose del tumor

Nadie olvida, desde luego, los numerosos logros del jugador de Pedreña, la persona que devolvió el orgullo al equipo europeo, el jugador que demostró que el golf no era una cuestión exclusiva del circuito estadounidense. Ballesteros, o lo que es lo mismo la genialidad y la pasión que aportó al deporte, fue la razón por la que la Ryder acabó abriéndose a los jugadores europeos en 1979, ya que hasta entonces era un torneo exclusivo para los golfistas de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Desde su entrada en el equipo, Europa empezó a plantar cara en el enfrentamiento después de muchos años de inferioridad y con él, ya como número uno del ránking, Europa alcanzó la primera victoria en 1985, después de 28 años de sequía, con tres españoles más en la formación: Piñero, Cañizares y Rivero. Las victorias de Europa y la dimensión que alcanzó el torneo propiciaron que, en 1997, como reconocimiento a los esfuerzos del jugador cántabro, la Ryder saliera por primera vez de Gran Bretaña, para disputarse en Valderrama (Cádiz), donde Ballesteros ejerció el papel de capitán y líder del equipo.

Por esa razón, el recuerdo de los aficionados del deporte se ha dirigido esta semana de Ryder hacia Seve, sobre quien no trascienden demasiadas noticias, pero se sabe que sigue recuperándose lentamente, en su domicilio de Pedreña, del tumor cerebral que le diagnosticaron a finales del 2008 y de las tres intervenciones quirúrgicas a las que se sometió para que se lo extirparan en el hospital La Paz de Madrid.

Sigue enredado en la larga batalla que plantea toda larga enfermedad. Su última aparición pública fue en mayo, cuando acudió a la entrega de los Premios Nacionales del Deporte y recibió de manos del rey Juan Carlos un premio por su trayectoria. Y, mientras tanto, todo el mundo del deporte reza porque gane también esta partida.