Se acabó. Justo estos días, cuando se cumplen siete años de aquel ascenso a Segunda División B, el Cacereño culminó su vuelta a Tercera División. Fue un desdichado partido el de ayer en Linares, perdido ante un equipo ni mucho menos superior. El club extremeño, en evidente crisis de identidad en los últimos tiempos por muchas y variopintas razones, da un paso atrás en el peor momento. En realidad, nunca es buen momento, pero ahora que durante los últimos encuentros la afición había vuelto al Príncipe Felipe, el mazazo es de órdago.

En estos siete años ha habido de todo, pero el proyecto ha ido renqueando cada vez más. Se impone un nuevo registro que haga ilusionar a los aficionados de la mano de otro proyecto. Antonio Martínez Doblas, con sus virtudes y sus defectos, ha sostenido la entidad con su dinero y su esfuerzo. Su motivación últimamente estaba en cuestión. En cierto modo tenía su lógica, pues el respaldo cada vez ha sido menor hacia su gestión. El desgaste, tan monumental como la propia ciudad, ha pasado factura definitivamente.

Al menos, el ascenso del Extremadura compensa en algo el tristísimo 'hasta luego' del Cacereño. El trabajo y el empeño de Manolo Franganillo ha dado sus frutos con este éxito. Muy meritorio que Almendralejo vuelva a la categoría de bronce y también que el Jerez siga en la lucha por subir.