"Aquí en Cáceres levantáis las cosas hasta muy arriba, como el Womad, el Carnaval, el estadio del Cacereño, que para aquellos tiempos (año 75) era grandísimo, el Cáceres... y luego las dejáis que se caigan sin luchar por ellas". Es la transcripción, casi literal, de lo que le decía una persona a otra en una tienda de Cáceres el lunes. Tenía razón quien hacía el razonamiento: el baloncesto cacereño ha caído ya dos veces en tres años y, si el derrumbe del descenso y la desaparición como sociedad anónima ya fue traumática, ahora la no inscripción en la LEB es quizá más grave, ya que tampoco parece haberse hecho mucho por evitarlo, fundamentalmente la clase dirigente. El Cáceres ha terminado como un animal sin rumbo, expuesto a la muerte. En cualquier caso, sería injusto cargar tintas ahora contra los últimos directivos, certeros en sus pronósticos y creo que honrados en su proceder. La cara de tonto que se le ha quedado al aficionado de siempre contiene una crueldad infinita. La carta de esta página ilustra todas las sensaciones.

*Periodista.