A la espera de comprobar qué nuevas costumbres se convierten en permanentes para la vida humana tras la pandemia de coronavirus, al fútbol le espera, por lo pronto, un tiempo razonable sin una de sus dos mitades: la afición.

Por mucho que el fútbol se haya industrializado y por mucho peso que tenga el negocio, la esencia del deporte la compone, en la misma medida que la práctica en sí misma, la afición que comparte un sentimiento de pertenencia, un espacio físico y una reacción ante los acontecimientos. “Jugar sin hinchada es como bailar sin música”, escribió Eduardo Galeano en El estadio. Hay momentos en la historia de cambios drásticos y los planes de futuro más optimistas del fútbol español y europeo contemplan el final de la presente temporada sin afición, además de una gran incógnita en el futuro cercano.

Un castigo

Hasta ahora, el principal motivo de un estadio cerrado al público era un sanción, un estado momentáneo, un castigo que pone en su justa medida la importancia para los jugadores del aliento desde la grada. Nunca antes se había jugado a puerta cerrada toda una jornada de liga, pero ahora se avecina una situación de excepción permanente, un cambio de paradigma que altera el objetivo natural con el que nació el fútbol de una pasión compartida con una afición.

"Recuerdo esos partidos en un Monumental para 65.000 personas totalmente vacío. Era como un amistoso de pretemporada, es muy raro", explicó estos días Leandro Chichizola, portero del Getafe, al recordar la experiencia que vivió en hasta en seis ocasiones con River Plate. El arquero argentino también estuvo, defendiendo la portería de Las Palmas, en el partido contra el Barcelona del 1 de octubre de 2017, más recordado por el clima político que inundó aquel día de referéndum, que por el inesperado vacío en las gradas del Camp Nou.

Sin eventos masivos

Pensar en un futuro para el fútbol sin aficionados en la gradas, hecho por y para la televisión, es un sentimiento amargo para muchos hinchas, pero los planes de futuro inmediato de los países europeos se dirigen hacia una existencia sin eventos masivos, con una vida a medio gas entre reuniones limitadas y eventos reducidos, por mucho que les pese a los profesionales: “Si la gente no puede venir al estadio, no tiene sentido jugar”, dijo Guardiola, técnico del City, al inicio de la crisis. “Es un buen momento para recordar que el fútbol sin aficionados no es nada”, publicó el futbolista Ander Herrera esos mismo días, cuando se planteó la posibilidad de jugar sin aficionados antes de la actual suspensión que sufren los campeonatos.

Unos meses y miles de muertos después, el sentimiento es el mismo, pero se empieza a aceptar el futuro que viene. La Bundesliga alemana es la gran liga europea que más cerca está de volver a la competición (sus equipos llevan entrenando desde principios de abril, aún de forma individual), pero las autoridades ya han cancelado el famoso festival de la cerveza Oktoberfest, la reunión folklórica más importante del país, prevista para dentro de seis meses.

Precedentes recientes

El último ejemplo de partido a puerta cerrada en España fue el Valencia-Atalanta de Champions, que se jugó el 10 de marzo. España estaba a las puertas de entrar en estado de alarma y las declaraciones posteriores al partido ya estaban suspendidas como parte del protocolo para prevenir la expansión del coronavirus, pero las protestas del valencianismo se reprodujeron ante la necesidad de remontar sin su afición. “Nos cuesta entender la decisión”, dijo Celades después de un largo y duro mensaje de Parejo en redes sociales.

El mismo día se jugó, también a puerta cerrada, un Eibar-Real Sociedad aplazado de La Liga: “Jugar sin público nos ha perjudicado más a nosotros que a ellos”, dijo en rueda de prensa Mendilibar, el técnico local y derrotado. "Es muy diferente y una pena, porque lo grande del fútbol es la pasión, el ambiente que se vive con los aficionados. Aunque jugábamos fuera, nos hubiera ver el estadio a tope”, reflexionó Alguacil, técnico realista.

“El público es lo que le da vida a este deporte y sin ellos no tendría sentido, le dan el toque de la pasión", confesó esta semana en una entrevista el ceutí Anuar Tuhami, que a principios de año se marchó cedido desde el Valladolid al Panathinaikos griego. “Jugar a puerta cerrada no es fútbol, es otro deporte, pierde muchos interés. Jugamos para nuestra gente y el fútbol es pasión", el técnico del Tenerife José Luis Oltra en Radio Marca.

Un partido de colegio

Entre los antecedentes más recordados, aquel Real Madrid-Nápoles de la Copa de Europa en septiembre de 1987, en el que Maradona jugó frente a un Bernabéu totalmente vacío: "Ha sido, sin duda, algo rocambolesco. Me pareció estar en el patio del colegio jugando con los compañeros de clase", aseguró Butragueño aquel día, hace 33 años. “La sensación era de un partido entre 11 amigos. En un partido normal, no se escuchaba nada de lo que dice el entrenador, pero ahí se escuchaba todo. Psicológicamente es difícil mentalizarse para un partido así”, rememoró Santillana en 2017 en una entrevista con EFE.

El Madrid había sido sancionado, después de la agresión de Juanito a Matthäus, y el técnico Leo Beenhakker pudo preparar las nuevas condiciones: "Casi nunca entrenábamos en el estadio, pero esa semana, sí. Lo hicimos para hacernos a la idea de que no iba a haber nadie y se logró el efecto", recordó el delantero madridista.

Pérdidas económicas

Más allá del componente sentimental que afecta al aficionado, en los clubes la preocupación tiene un claro carácter económico. Mientras que el presupuesto de los clubes más modestos depende en un porcentaje casi completo de los derechos de televisión (salvaguardados en gran parte aunque se juegue a puerta cerrada), las previsiones de perjuicios aumentan para grandes clubes con ingresos directos de la gran masa social que les secunda.

Además de lo que se deja de ingresar con las taquillas, ya se empiezan a plantear fórmulas para devolver a los abonados el importe de los partidos a los que no podrán asistir, se resienten las ventas de camisetas o de material, y todo sin contar posibles pérdidas en patrocinios.

En cuanto al coste que supone celebrar un partido a puerta cerrada para un gran club, el presidente del Barcelona Josep Maria Bartomeu cifró los costes a los que se enfrenta la entidad cada jornada: "En el caso del Barça puede estar alrededor de los 6 millones de euros", aseguró, aún en febrero, cuando se barajaba jugar sin público el Barça-Nápoles de Champions.