El basket forma parte de su ADN. Su padre se lo dejó en herencia. Alejandro Galán Pozo (12 de septiembre de 1999) no podía tomar otro camino. Aunque, en su infancia y sin mucho éxito, probó suerte bajó los palos de las porterías de Calamonte. Un joven con mucho talento y con los pies en el suelo, que tiene un sueño. La ACB --ahora denominada Liga Endesa-- es la meta, aunque de momento disfruta del camino.

«De pequeño lo he mamado en casa. Según aseguran, con tres meses ya estaba pegado a la pelota. Lo inicios fueron muy divertidos, importaba menos la competición. Aunque también he jugado a fútbol, pero era bastante malo. Empecé de mediocentro, luego pasé a defensa y acabé de portero», explica con desparpajo este pívot de 2,07 metros. Ha perdido la timidez al ritmo que ha ganado centímetros. Eso sí, su talento sigue intacto. Totalmente intacto.

A los 13 años, tras un Campeonato de España con el combinado extremeño, el Joventut se fija en él. Maleta y rumbo a Badalona. «Era la época post Ricky Rubio, era un equipo de jóvenes que enganchaba a cualquiera. Estuve entrenando un par de días con ellos, hablaron con mis padres y me ficharon. Yo me quedé flipando, porque era un equipo que apuesta por la cantera», narra Galán.

Su vida está marcada por llamadas. Su teléfono, por ahora, solo le ha dado alegrías. Tras un gran inicio con el Joventut, las categorías inferiores de selección española se fijaron en el calamonteño. Talento rabuo. «Recibí la llamada con mucha ilusión, pero también con miedo, porque pensaba ¿y si no doy la talla? Fue una alegría enorme. Increíble», afirma.

Llamadas y sacrificios

Una llamada, que le pilló por sorpresa. «Tras los tres primeros meses en la ‘Penya’, me venía para Calamonte a pasar las vacaciones de Semana Santa. En ese momento, me llama el director deportivo y me dice que tengo que cambiar el billete porque me voy con la selección. Creo que mis padres ya lo sabían, pero no me quisieron decir nada», rememora.

Un sueño solo se puede alcanzar peleando en la vida como se pelea en la pintura. Y Álex lo hace día a día. «Mi sueño es jugar en la ACB, pero ahora mismo no está al alcance de mi mano. En un par de años lo veo posible. Esto depende de muchos factores, algunos están en mi mano y otros no tanto, pero voy a dar lo mejor de mí para que esto ocurra. He sacrificado muchas cosas para ello», confiesa también el pívot extremeño.

Tiene el don de los elegidos. Es humilde. Aunque, en esto, también ha ayudado el carácter de su padre. «Siempre he tenido los pies en el suelo, pero si en algún momento me he creído algo, mi padre siempre estaba ahí para decirme que no era nadie. Trabajando es la única forma de llegar y es lo que hago», indica Galán. Sus padres siempre han creído, y eso ayuda sobremanera.

Y el éxito se logra pasando por el barro. Su primera experiencia como profesional ha sido en el Plasencia (LEB Plata). «El cambio ha sido grande, antes jugaba por diversión, con mis amigos y con gente de mi edad. Ahora juego con gente que es su trabajo, que algunos tienen hijos y que les tienen que dar de comer. Ha sido un año difícil, pero contento con la salvación y la experiencia», asevera.

Futuro extremeño

Además de recordar su pasado, Álex Galán advierte de los fallos para mejorar el futuro de muchos jóvenes extremeños. «En Extremadura se le da menos promoción de la que debería dársele al baloncesto, a todos los niveles. No se trabaja la cantera, por lo que no podremos saber nunca cuál es el talento que hay en la región», lamenta el baloncestista calamonteño.

Álex Galán confiesa abiertamente que el único club extremeño que intenta dar bola al baloncesto en la región es, asegura, el Cáceres Patrimonio de la Humanidad. «Es el club que manda y es de los pocos que intenta difundir y trabajar el baloncesto en Extremadura. Mucha gente les critica por fichar gente de fuera, pero son los únicos que intentan hacer baloncesto», concluye.