España cubrió largamente los objetivos previstos, pero lo hizo con munición inesperada. Mucha de la pólvora que se había publicitado resultó estar mojada y, en cambio, surgieron nuevas figuras que se las apañaron para subir al podio. Los casos más sonados fueron los de la gimnasta Patricia Moreno, la deportista más liviana (34 kilos) de los Juegos, que fue bronce en suelo; el saltador de longitud cubano, acabado de nacionalizar, Joan Lino Martínez; la pareja de voley playa Javier Bosma-Pablo Herrera, que pese a ser la 17 pareja en la clasificación mundial, se colgó la plata; y la amazona Beatriz Ferrer-Salat, que se fue de Atenas con dos medallas en doma clásica. Un botín doble que también alcanzaron el ciclista Sergi Escobar y el piragüista David Cal.

Estos dos últimos son casos de deportistas punteros que no gozaban de una gran popularidad en su propio país. En cambio la revista estadounidense Sports Illustrated ya los incluyó como medallistas en su tradicional vaticinio anterior a los Juegos. La publicación erró, en cambio, en el pronóstico general, ya que aventuró sólo 13 medallas para España.

La abanderada Isabel Fernández y todo el equipo de judo ejemplificó los fallos de la primera semana, junto con el ciclismo en ruta y, en la segunda semana, el hundimiento de Iván Raña en triatlón. Fueron las grandes decepciones españolas en los Juegos, aunque el final fuera globalmente bueno.