No ha tenido que ir muy lejos el Tour para hallar heredero. De Pinto, al sur de Madrid, el maillot amarillo ha viajado unos pocos kilómetros hasta El Barraco, en Avila. La túnica dorada que el año pasado cubría las espaldas de Alberto Contador resguardan ahora las de Carlos Sastre. Pero en el ciclista madrileño no hay ni rastro de ese deporte con tantos practicantes: la envidia.

"He vivido con emoción el desarrollo de la contrarreloj. Confiaba en que Sastre salvaría la situación. Ya que no me han dejado ir a defender el título, me alegro de que me suceda un compatriota", dijo Contador. El campeón pinteño solo tuvo elogios para Sastre. "Lleva toda su vida dando pasos adelante. Este es el premio a toda su carrera deportiva. Ha corrido de forma muy inteligente. Le deseo que mañana lo disfrute en París". Como él, Valverde se congratuló de que la victoria "vuelva a ser para un corredor español".

Menos alegre estaba Cadel Evans tras quedarse otra vez con la miel en los labios en la última contrarreloj del Tour, que ganó Stefan Schumacher. El corredor australiano quedó "sorprendido" con los tiempos de paso de sus rivales. "En el primer punto llevaba el mismo tiempo que Cancellara, y me he dicho: Tienes un buen día´. Pero cuando me han dado la referencia de Kohl pensé que estaba soñando". La segunda plaza trunca su progresión en la prueba, pero el aussie, de 31 años, dijo que le quedan "tres o cuatro Tour más".

Su equipo, el Silence Lotto, había alquilado una discoteca parisina y cinco limusinas para celebrar hoy el triunfo, pero la fiesta se fue al traste. "Estábamos confiados antes de la salida --reconoció su director, Marc Sergeant--, pero en el primer punto intermedio todo se había acabado. Preveíamos una batalla cerrada y no ha sido así en ningún momento". El técnico, eso sí, no quiso culpar a su pupilo. "Cadel no estuvo a su mejor nivel en Alpe d´Huez, pero necesitamos armar un equipo mejor".