Todos tenemos sueños en esta vida. La diferencia entre quiénes consiguen cumplirlos y los que no, radica en muchos factores. La ilusión, sin duda, es el principal motor para que un sueño siga vivo. Pero hay que alimentarla de fe, constancia, trabajo, disciplina, talento y sacrificio, mucho sacrificio. Aun así, para alcanzar la cúspide de un sueño, se necesita algo más. Pero eso no se puede explicar aquí con palabras. Solo los elegidos llegan ahí y Marta García Lozano (Almendralejo, 1999), campeona del mundo de kárate en Santiago de Chile, ha comprobado qué se siente cuando se consigue.

Su historia es la de una campeona desde la cuna. De mirada fija, retadora e impenetrable. Sin decir nada, Marta te marca el camino. Decidida, valiente, luchadora. Ella misma definía haber vivido «el peor y mejor año» de su vida como profesional. Solo ella, sus padres, su hermana, algunos amigos y su padre deportivo, el técnico Manuel Capetillo, conocen los escollos que ha tenido que esquivar para llegar a Chile y demostrar que es la mejor del planeta en su modalidad, la kata, y en su categoría, sub-21.

«Siempre ha sido una niña que lo ha tenido muy claro. Pero desde chiquinina, eh», asiente Toni Lozano, madre de la campeona. Con siete años, Marta probó todas esas disciplinas que hoy día, afortunadamente, ya no solo están encasilladas con el deporte femenino. Hablamos de patinaje, gimnasia, ballet y hasta bailes regionales. Pero ya, a los siete años, Marta alzó la voz: «Me gusta el kárate». Cerró la boca y se dio la vuelta.

Su padre, Agustín García, un infatigable trabajador de 47 años, no estaba por la labor de que Marta, en un principio, hiciera kárate. «Apenas había niñas practicando el deporte y no estábamos tan abiertos como ahora. Pero yo, por mis hijas, hago lo que sea. Y no me quedó más remedio», recuerda.

Eso sí, cuando Marta tomó el camino que le llevaría hasta ser campeona del mundo, su padre se puso al frente de ese viaje. De pabellón en pabellón por toda España, por toda Europa y por todo el mundo.

El kárate no es un deporte de subvenciones. Y, si quieres ser el mejor, tienes que ir a los mejores torneos y competir contra los mejores karatecas. Ahí, Agustín no lo ha dudado: «He llevado a mi hija dónde ella me pedía. Quería ser la mejor y yo estaba seguro de que podía serlo», subraya.

Agustín y Toni saben que han convivido en casa con un prodigio del kárate. Con ocho años, Marta entrenaba delante del espejo. Veía vídeos en internet de cómo hacer las katas y las reproducía. Su perfeccionismo era tan alto que con nueve años fue a un torneo en Castilla La Mancha y ganó haciéndolas al revés. «Las hacía tan perfectas que ni el jurado se dio cuenta. Era lo que tenía entrenar delante de un espejo».

Capetillo, su maestro

En pleno crecimiento deportivo se cruzó en su camino Manuel Capetillo, «al que considero mi padre deportivo», ha comentado Marta en muchas ocasiones. Cape, como cariñosamente le llaman, ya descubrió el talento de Marta durante un campamento en Tarragona.

Sus entrenamientos le han valido a Marta García para forjar el gen de campeona que ya llevaba dentro. Desde los 10 años, fue proclamándose campeona de todo en todas las categorías hasta serlo de Europa por equipos hace dos años con España.

Sin embargo, no tuvo una buena experiencia en el CAR de Madrid (ciudad en la que estudia Ciencias del Deporte) y tuvo que abandonar los entrenamientos con la Selección Española por desavenencias. A ello se le unió una lesión de espalda que amagó con cortarle su trayectoria profesional. Pero un sueño tiene un camino. Y el camino, sus adversidades. Solo había que solventarlas.

Desde el pasado año, Marta García se juró ser la campeona que sabía que tenía dentro. Ha entrenado día y noche sin descanso con la obsesión de estar en el Mundial de Chile. En cada torneo, elevaba un peldaño más el nivel. «Cuando la vi en Japón, me quedé planchado. Estaba para ser campeona del mundo», confiesa un más que orgulloso padre.

Las revueltas en Santiago de Chile impidieron que entrenase y a sus padres poder viajar al Mundial. Lo siguieron por internet. Lo hizo toda la familia, todos menos el progenitor, porque «era incapaz de verlo».

Marta García fue arrasando a todas sus rivales hasta llegar a la final con la italiana Carola. La almendralejense actuó primero y después lo hizo su rival. Pepe Carbonell, el seleccionador, le susurró al oído nada más acabar la final: «Marta, yo te lo daría a ti». No mintió. Hoy, es la campeona del mundo.