Cuando algo funciona, mejor no tocar nada. Esa clave deportiva deriva también para las costumbres, para la liturgia diaria, y más cuando la superstición acompaña a quienes se juegan la vida. Ganó Fernando Alonso las dos últimas carreras en Italia y Singapur, y llegó ayer a Suzuka para repetir ritual, el mismo que le proporcionó ese doblete: vueltas en bicicleta para reconocer el trazado, saludos a los mecánicos y a cenar al hotel, al mismo de siempre, a la misma habitación, aquella que ocupaba en el 2006 cuando, prácticamente, salió campeón de Japón en su duelo con Michael Schumacher.

Nada habrá decidido el próximo lunes en este maravilloso circuito que tantas veces eligió al campeón desde que acoge la F-1, hace ya 25 años. Prost, Senna, Mansell, Piquet, Hill, Villeneuve, Schumacher o el propio Alonso saben lo que es decidir un título en Suzuka. Pero este no es el año de elegir en Japón al campeón. Si acaso, podría descartar a alguno de los cinco pretendientes a la corona cuando faltan cuatro carreras para el desenlace en Abu Dabi. Pero los 25 puntos (una victoria) que separan al primero, Mark Webber, del quinto, Jenson Button, invitan a pensar en que la igualdad se mantendrá camino de Corea, si es que el nuevo gran premio se celebra (ayer, a tres semanas de la carrera se comenzó a asfaltar la pista). "Puede pasar de todo, de todo", reflexiona Alonso, el primer piloto en llegar a Suzuka, el único, junto a Jaime Alguersuari, que se dejó ver el miércoles por el trazado japonés.

El bicampeón tiene su hoja de ruta para ser campeón. "Ahora sí, creo que un error te descarta. Un error de cualquiera, de cualquiera", advierte. "El objetivo sigue siendo estar en el podio y, cuando lleguemos a Abu Dabi, ya haremos cuentas". Barrunta Alonso una época para "sufrir". Tiene claro que es la hora del equipo, de todos.

Esprint final

De los cinco candidatos al título, Alonso es el más fuerte en el tramo final. Ha sumado de media más puntos que ninguno de su rivales en las cinco últimas carreras del año durante las cinco últimas temporadas. El asturiano sumó más puntos que nadie en el tramo final del 2005 y 2006 (dos títulos), del 2007, cuando logró remontar frente a Lewis Hamilton con quien empató finalmente a puntos y, en el 2008, con un Renault que segó sus opciones en la primera parte del año. Alonso es un esprínter.

"Ganar en Monza y Singapur nos ha llenado de confianza, sobre todo después de un año en el que en algunas ocasiones nuestras opciones pendieron de un hilo". Está conduciendo como nunca y el F-10 ha demostrado que "es rápido en dos circuitos tan diferentes como Monza y Singapur". Ni siquiera le preocupa ya que los pronósticos meteorológicos anuncien fuertes chubascos para el sábado, incluso para el domingo.

Vuelta rápida en el cerebro

La mente del asturiano está ya negociando las eses, la curva Degner, o la horquilla de Harpin, o la doble de Spoon, o, quizá, está recordando un maravilloso adelantamiento a Schumacher por fuera en la temible, rápida y técnica 130R. La computadora que tiene por cerebro medita cómo optimizar las mejoras que el F-10 incorpora en el alerón delantero. Puede que incluso, aunque no lo diga, esté de acuerdo con la reflexión de Button y Hamilton respecto a los Red Bull: "Desde que la FIA varió el sistema para medir la torsión de los alerones han perdido bastante potencial".

Si hay algo que gusta a Alonso más que ganar, es ganar después de que le dieran por descartado. Es como si el cabreo le proporcionara un plus más allá de su límite habitual. De vuelta al hotel de Suzuka, junto al parque de atracciones, en la misma habitación de siempre, recordó ayer, seguro, el GP del 2006 en el que tenía mucho perdido frente a Schumi , y acabó asestando un golpe definitivo al alemán para lograr su segundo entorchado mundial de pilotos.