Tiroteos, paquetes bomba y secuestros exprés. Algunos de los 30.000 periodistas internacionales que han acudido a los Juegos Olímpicos de Río 2016 ya han experimentado en sus carnes el crudo día a día de los 12,2 millones de habitantes de la ciudad.

Ni siquiera la ocupación literal de la región por los 85.000 agentes de seguridad, entre ellos 35.000 militares, ha sido suficiente para borrar completamente el estigma de la violencia en Río y los profesionales de la información se han dejado contagiar por la paranoia de la inseguridad que planea sobre Brasil desde que el pasado mes de julio la Operación Hashtag lograse detener a 13 supuestos terroristas vinculados al Estado Islámico.

Pero vayamos por partes. En la tarde del sábado, los enviados especiales de El Mundo Deportivo , David Llorens y Joan Justribó, y el freelance Carlos Martín esperaban en una parada de autobús cuando se vieron sorprendidos por el sonido de disparos en la cercana favela de Jacaré a pocos kilómetros del Parque Olímpico, el centro neurálgico de los Juegos. Aconsejados por los locales, el grupo de periodistas se refugió junto a otros compañeros finlandeses en un cercano centro comercial. "Nos han dicho que tengamos paciencia y estemos bien resguardados. Que aquí en Río es algo habitual y que en estas situaciones mejor ser precavido para evitar una bala perdida", explicaron tras el susto.

Frecuentes tiroteos

A pesar de que el riesgo fue real, los disparos fueron el resultado de una operación policial para intentar mantener el control en un área tomada por los narcotraficantes. Otro tanto ocurrió el pasado jueves con el equipo chino de baloncesto. Un tiroteo en las favelas próximas a la Línea Amarilla, la carretera que conecta con el aeropuerto internacional Tom Jobim, provocó el corte de la circulación por algunos minutos y los deportistas chinos aprovecharon para colgar fotos en las redes sociales mostrando los vendedores ambulantes tumbados en el suelo de la carretera para esconderse de las temidas balas perdidas.

Ese mismo día, un brasileño que se identificó como vicecónsul de Rusia mató a un atracador cuando se defendía de un atraco en una de las carreteras de Barra da Tijuca y tres fotógrafos suecos fueron retenidos por más de 30 minutos por traficantes del Complejo de Maré, un conjunto de favelas en el norte de Río, al ser sorprendidos tomando fotos del lugar sin su consentimiento. Pocas horas antes de la inauguración, un atracador fue abatido en una calle cercana al estadio.

Por si fuera poco, en la tarde del sábado un agujero de bala en la carpa destinada a la prensa en el Centro de Hípica aterrorizó a varios profesionales que se encontraban trabajando.

¿Estamos ante una oleada de violencia en plenos Juegos? La respuesta es no. Brasil es, en cifras absolutas, el país con mayor número de homicidios del mundo: unos 60.000 asesinatos al año. En la región de Río solamente en el mes de abril murieron 453 personas, es decir, una media de 15 asesinatos al día.

Contra el narcotráfico

Como denuncia Amnistía Internacional, en 2015 uno de cada cinco homicidios fue cometido por la Policía, la mayoría sobre jóvenes negros y pobres de la periferia. Al igual que ocurrió antes del Mundial de fútbol del 2014, las continuas operaciones policiales previas a la Olimpiada para controlar el narcotráfico de las favelas elevaron un 40% las muertes. aunque en los últimos meses el incremento ha sido en algunos meses del 135%.

Es así de triste, un proceso que se retroalimenta: a más policías, a más militares, más seguridad para los ricos y más muertes para los pobres. La presencia de más de 500.000 turistas y 85.000 agentes de seguridad solamente puede traducirse en un aumento de la represión hacia los habitantes de los suburbios ya sea un criminal, un albañil o un niño.

Si algo ha demostrado la filosofía de mano dura y lucha contra las drogas aplicada en las últimas décadas en Río de Janeiro, inmortalizada en la genial película Tropa de Elite de José Padilha, es que por mucho despliegue que se coloque en las calles de la Cidade Maravilhosa el problema de la miseria continuará alimentando la violencia.

En el fondo, el mal trago pasado por algunos de los extranjeros no es más que un chute de la realidad cotidiana. Como explicó la medallista paralímpica australiana Liesl Tesch, atracada a mano armada en mayo en el barrio de Flamengo, es muy posible que el principal legado que tendrá Río 2016 para los ciudadanos de países ricos que se desplazarán hasta aquí es que "la vida fuera de nuestra burbuja puede ser horrible".

Por desgracia, los atentados ocurridos en Francia, Alemania y Estados Unidos han añadido al caos de Río la amenaza del terrorismo. La falsa alarma de un paquete sospechoso abandonado el sábado en Copacabana, cerca de la meta de la competición de ciclismo, no hizo más que nutrir la creciente paranoia por la seguridad.

Mientras tanto, los turistas y periodistas que quieran disfrutar de los casi 20 días de competición deberán soportar con estoicismo tanto la cruda realidad de esta parte del planeta, como las colas kilométricas en la entrada del Parque Olímpico de Barra da Tijuca.