«Lo ideal», dice Miguel Ángel Ávila, entrenador del Arroyo, «sería terminar la temporada», jugar los once partidos que restan («eso sería un gran alivio para la federación»). Pero la realidad convierte eso en imposible. «Creo que no vamos a volver a jugar esta campaña», añade. Por eso pide comprensión con la «difícil» decisión que tiene que tomar la federación sobre el devenir de la competición. Él lo tiene claro y «lo más correcto sería anular la temporada», aunque es consciente de que esa decisión haría mucho daño a los equipos de arriba, a los que tienen una estructura más profesional y habían apostado fuerte por el ascenso.

La del Arroyo estaba siendo una gran temporada, «para acabar entre los seis o siete primeros», apunta Ávila, «muy contento» con el grupo de jugadores que tenía («son unos tíos extraordinarios»). El confinamiento les pilló en su mejor momento, con cuatro victorias consecutivas. Pero nada de eso importa ya después de lo vivido, sobre todo en la localidad de Arroyo de la Luz, donde el coronavirus ha golpeado con mucha fuerza y sus vecinos han vivido un mes realmente complicado. «Hemos vivido días muy difíciles», reconoce, aunque ninguno de los tres jugadores que viven en la localidad ni los miembros de la junta directiva han sufrido problema alguno, aclara.

El contacto con sus futbolistas es continuo, aunque explica que llegados a este punto han decidido relajar la presión sobre ellos para que se mantuvieran en forma. «Al principio, como pensábamos que no iba a ser para tanto, tenían sus planes de trabajo semanales; ahora, tal y como está todo, ya no es necesario estar tan encima de ellos». Reitera Ávila que no cree que esta temporada vuelvan a jugar y lanza un mensaje: «Lo mejor sería no volver hasta que haya riesgo cero».

UN FUTURO INCIERTO / Ávila vive confinado desde el principio de la crisis en su cada en Cáceres. Dejó de entrenar y también tuvo que cesar la actividad en la empresa familiar. «Lo llevo bien», dice a pesar de todo. A ello ayuda su perra India y los breves paseos que puede dar con ella. Pero también vive preocupado, ya que su mujer es médico en el centro de salud de Zorita. «Lo más difícil -añade-, será volver a la realidad cuando todo esto acabe, no será fácil recupera nuestra vida de antes».

Una incógnita es también su futuro futbolístico. En el Arroyo termina contrato y, «como es lógico», no ha habido movimiento alguno al respecto. «La directiva está esperando para ver qué es lo que pasa, es lo normal».