Más de siete meses después, vuelve la Tercera División. Llega condicionada por la pandemia, como todo lo demás en la vida. El formato de competición, los aforos, la relación entre los participantes, la economía de los clubes, los éxitos y las decepciones… todo estará marcado por la situación sanitaria. No habrá fracasos porque, con la que tenemos montada, poner en marcha el fútbol modesto es ya una victoria de todos y para todos. El formato, novedoso, comprimido, tenso, no ha dejado indiferente a nadie. Dos grupos de once equipos y posterior cruce en liguilla y playoffs, tanto para ascender como por evitar bajar.

La primera clave es que la próxima temporada no estarán en Tercera División 9 de los 22 equipos que la integran. 3 ascenderán, sin necesidad de haberse jugado las habichuelas con otros de fuera de la región, y 6 bajarán. Oportunidad única para los de arriba y cuantiosa amenaza para los de abajo. Así lo han entendido mayoría de los equipos que se han intentado reforzar.

La segunda clave es la que más controversia ha generado. Los puntos y goles obtenidos en la primera fase se contabilizan en la segunda. En principio es un elemento muy atractivo para la primera parte de la competición. Cada punto es importante, de la primera a la última jornada, ningún equipo puede relajarse por mucha ventaja o desventaja que tenga. El problema surge si el nivel de los grupos está descompensado, lo que daría ventaja para la segunda fase a los equipos del grupo más flojo. El debate lo dominan los que ven más favoritos en el grupo 1 aunque van ganando adeptos los que dicen que se compensa con la inclusión de los recién ascendidos. En lo que parece que hay cierto consenso es en hablar de un grupo 2 más igualado.

Sin zona intermedia

La tercera clave es que el sexto clasificado jugará por ascender y el séptimo por evitar el descenso. No habrá zona tranquila. Ascender a los cielos o bajar a los infiernos puede ir en un partido, o en un punto, o incluso en un solo gol.

La cuarta y última clave, quizás la más importante, sobre todo para el desenlace de la competición, es la incidencia de la propia pandemia. La más que probable suspensión de partidos, junto a una hipotética parada de la competición que podría dar una clasificación como definitiva si se han disputado más de la mitad de los partidos, pone a todos en guardia para arrancar fuertes desde el pitido inicial de la jornada 1. Pero más importante será, para evitar la suspensión de partidos, que incluso se podrían quedar sin disputar, que los componentes de las plantillas estén a salvo de contagios y de contactos contagiados, aglo que no parece tarea fácil en futbolistas en su mayoría amateurs.

En el grupo 1 parten como favoritos el Coria y el Moralo, por la continuidad de sus proyectos y porque se lo han ganado a pulso las últimas temporadas; el Montijo de Marrero, que siempre es garantía de competitividad, con un presupuesto anunciado ‘mediomillonario’ que, en un mercado abierto hasta finales de enero, podría seguir generando asientos en la columna de gastos que lo acercarían a esa cifra, aparentemente lejana aún; el Plasencia, con el retorno de Luismi y buena parte de su guardia pretoriana que tanto y tan bien batallaron hace dos campañas. El cuarto de la temporada pasada, el Extremadura B, es la incógnita, habitual en los filiales, dependientes siempre de las necesidades y el camino de su primer equipo.

También en este grupo 1 están Calamonte y Aceuchal, asentados en la categoría y que siempre le ponen salsa. Y, junto a los tres recién ascendidos, Chinato, Lobón y Campanario, completa el grupo el Valdivia, que goza de otra oportunidad, tras la supresión de los descensos anterior.

El favoritismo del decano

En el grupo 2 hay un favorito claro, tanto para la liga como para el ascenso: el Cacereño. Una plantilla extensa, doblando puestos, en la que cada semana habrá jugadores, protagonistas de la liga en temporadas anteriores, que verán mucho fútbol desde el banquillo. Puede perder puntos, incluso partidos porque en el grupo hay campos muy complicados. Pero todo lo que no sea el primer puesto del Cacereño con cierta holgura, sería una sorpresa mayúscula.

Y por detrás, la igualdad. Jerez, Azuaga, Trujillo, Arroyo, Olivenza, Miajadas, Llerenense y Fuente de Cantos, son bloques muy competitivos y que se han reforzado, algunos con un buen ramillete de nombres importantes. Completan el grupo el Racing Valvedeño, del que también se podría decir que goza de esa segunda oportunidad. Está la incógnita del Diocesano por su obligada reinvención anual, que aún se antoja más profunda esta vez, por el número y la importancia de los salientes. Pero los precedentes nos deben llevar a pensar que el Dioce volverá a ser un equipo alegre y competitivo.

En definitiva, casi todos son candidatos a luchar por el ascenso y por evitar el descenso, o incluso a las dos cosas en diferentes momentos de la temporada.

Preparen los corazones y disfruten, mientras se pueda.