Assen, conocido como la catedral , ha provocado el caos. La caprichosa climatología holandesa, cuyo cielo empieza a vomitar agua a las diez de la mañana y despide el día, a las nueve de la noche, con un sol que ciega la vista, ha convertido el Gran Premio de Holanda (12.00 horas TVE-1) en una lotería. Nadie sabe que ocurrirá hoy. Empezando por el cielo, claro.

Assen y su pista cristalina han enterrado un montón de ilusiones. Han hecho llorar a Elena Rosell, que no podrá convertirse hoy en la primera española que corre un GP del Mundial, pues volvió a caerse y sus mecánicos no pudieron repararle la moto para la clasificación. Ha destrozado el meñique derecho de Nico Terol, que se opera hoy en Barcelona. Le ha roto dos costillas a Loris Capirossi, que no correrá hoy. Ha desconcertado hasta el desquicie, o casi, a Valentino Rossi, que ha estrenado una nueva Desmosedici para estar donde estaba, a casi dos segundos del mejor. Y ha provocado tal desconcierto en Jorge Lorenzo, que el mallorquín no ha tenido más remedio que confesar, con su sinceridad habitual, que "o mejoro en el pequeño entrenamiento previo a la carrera o no me subo al podio ni de la risa. Me he pasado los entrenamientos teniendo, viviendo, experimentando la sensación de que, en cualquier momento, me iba al suelo".

El problema, cuentan los pilotos --Lorenzo, Casey Stoner, Rossi y Marco Simoncelli, que ha logrado su segunda pole de la temporada-- es que los neumáticos Bridgestone de este año no se calientan ni a la de diez, a la de diez vueltas.