El Teorema de la Presión Deportiva se enuncia así: "Todo deportista sometido a una presión externa experimenta un incremento en su rendimiento proporcional a la presión recibida". El Teorema se comprueba empíricamente viendo el distinto rendimiento de un mismo individuo en un amistoso respecto de una competición relevante.

Ahora toca comprobar la certeza del postulado de Liu, a saber: "Cuando la presión externa supera un límite razonable, sus efectos sobre el deportista se convierten en negativos". El jueves 21 de agosto podremos certificar la verdad del postulado. Ahí estará Liu Xiang, campeón olímpico de los 110 metros vallas y bandera unificada de la nación china. El cálculo dice que será el evento más visto en la historia del deporte: 2.000 millones de espectadores, el 30% de la población mundial. De ellos, 1.300 millones serán chinos, la presión de todo un pueblo sobre las espaldas del campeón. ¿Mediremos la presión en pascales, newtons o grados en la escala de Richter?

Desde hace cuatro años, Liu y China viven para ese instante. Veinte meses lleva un periodista chino escribiendo obligatoriamente una página diaria sobre el campeón en su periódico. El redactor ha confesado hallarse al borde de la depresión, ahogado por la exigencia del Partido, que le ordena seguir escribiendo cada día sobre el menor detalle vivencial de Liu. El periodista sueña con liberarse del yugo el próximo día 21 y debe ser el único chino que desea la derrota de su héroe.

Hasta hoy, Liu se ha ocultado, sin competir en todo el verano, escondiendo sus armas y amagando con las dudas sobre una lesión mientras su gran rival, Dayron Robles, encadenaba triunfos y récords. Han sido cara y cruz de las estrategias: el campeón se ha escondido y el aspirante se ha expuesto a los focos. Artes de guerra olímpica.