Michael Phelps está agotando los adjetivos a medida que se acerca a su objetivo de superar las siete medallas de oro que logró su compatriota Mark Spitz en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. Cada día que pasa en Pekín, la Bala de Baltimore es capaz de asombrar más y más a una audiencia expectante que ya no sabe cómo describir la hazaña. Lo mejor es recurrir a los datos y a las opiniones de los que están cerca de él, los que conocen bien a este chico de 23 años que encontró en la natación una forma de reconducir su vida y trabajar en la persecución de un sueño.

EL MAS LAUREADO El heredero de Spitz y, desde ayer, deportistas más triunfal en unos Juegos Olímpicos (con las 11 medallas de oro que acumula en las ediciones del 2004 y el 2008), llegó a los cinco triunfos en el Centro Acuático Nacional con sus victorias en los 200 metros mariposa y en el relevo de 4x200 libre. En ambos casos, como hace en cada final, con sendos récords del mundo, a pesar de que en la primera de ellas tuvo problemas con las gafas y apenas rebajó su anterior tope en seis centésimas (1.52.03 minutos por 1.52.09).

No fue el caso de su siguiente final, en la que fue el primero del cuarteto en tirarse a la piscina, esta vez con las gafas mejor ajustadas. Phelps cubrió la posta en 1.43.31, casi dos segundos por debajo del ritmo del récord mundial del 4x200, que sus compañeros Ryan Lochte, Ricky Berens y Peter Vanderkaay acabaron por confirmar al bajar por primera vez de los siete minutos (6.58.56). Todo eso lo hizo Phelps en el intervalo de una hora y 10 minutos, en el que aún tuvo tiempo de subir al podio para recoger la primera de sus dos medallas de oro del día. Cada vez más exhausto, pero también más satisfecho, Phelps celebró con sus compañeros el nuevo éxito, que le dio gasolina para los cuatro días que faltan, en los que va a abordar los títulos de 100 mariposa, 200 estilos y el 4x100 estilos, que cerrará el domingo su maratón olímpico (17 carreras en tan solo nueve días).

GASOLINA EN EL DEPOSITO "Todavía me queda algo en el depósito. Mejor dicho, espero que me quede algo. En los relevos hablamos de bajar de los siete minutos, y lo conseguimos", aseguró Phelps, que, liberado de una jornada más que superaba con éxito, sonrió abiertamente. "Ser parte de un equipo, formar parte de su ambiente, es lo más divertido". Pero Phelps agradeció con toda el alma que el desafío este tocando a su fin: "El final está cerca, y me encanta que sea así. Ya lo estoy deseando".

Fue el seleccionador jefe del equipo de natación de EEUU, Eddie Reese, el que acertó con una buena definición de lo que es y representa el fenómeno de Baltimore. "No hay nadie en ningún deporte que pueda ganar con la autoridad con que lo hace él. No se limita a ganar, sino que destroza los récords mundiales". Simon Barnett, técnico británico.

¿Y qué será de Phelps cuando el próximo domingo haya conseguido entrar definitivamente en la historia con sus ocho medallas de oro? Eddie Reese le conoce bien y no se preocupa demasiado por esa cuestión. "Qué hacer entonces es una pregunta que se tendrá que plantear, pero él sabrá lo que es mejor para él mismo", aseguró el director técnico. "No es un nadador que tenga miedo de pedir ayuda. Es un genio, le gusta mejorar constantemente y conoce perfectamente este deporte".