Primera participación, primera final y primer título. Mejor imposible. Rafael Nadal se coronó como nuevo rey de la tierra en Roland Garros. Nadie de los siete rivales que se enfrentaron a él pudo ganarle un pulso que empezó hace dos semanas, cuando todo el mundo ya le señalaba como favorito. No lo tuvo fácil para imponer su poderoso brazo. Pero, golpe a golpe, partido a partido, el mallorquín superó todas las pruebas. Su victoria ante el argentino Mariano Puerta por 6-7 (6-8), 6-3, 6-1 y 7-5, después de una batalla sin cuartel entre dos pegadores, dos pesos pesados, le convirtió en el octavo campeón español en París, después de Manuel Santana, Andreu Gimeno, Sergi Bruguera, Carlos Moyá, Albert Costa, Juan Carlos Ferrero y Arantxa Sánchez.

Dos días después de haber celebrado su 19 aniversario tuvo el regalo más ansiado, posiblemente el que más veces había soñado: ganar Roland Garros. Conquistar un Grand Slam y sentirse el rey del mundo. Y esa sensación le cruzó por la mente cuando Puerta lanzó su último drive un metro lejos de la línea de fondo. Por segunda vez en dos días se tiró de espaldas al suelo, sobre la tierra, como ya había hecho tras derrotar al suizo Roger Federer. En aquella ocasión fue por haber ganado al número uno del mundo; ayer era para celebrar el título, su primer Grand Slam. Se arrodilló en el suelo, saludó a los espectadores que le aplaudían y gritaban "olé, olé", mientras una trompeta tocaba desde las gradas un pasodoble.

UNA LEYENDA El mallorquín fue a saludar primero al rey don Juan Carlos. Después se encaramó hacia el palco de jugadores y pasó por entre medio de la tribuna de autoridades, para abrazarse emocionado a toda su familia, empezando por sus tíos, hasta que alcanzó la fila donde estaban sus padres.

Para conseguir esa victoria tuvo que sufrir hasta el último punto. Su rival no estaba dispuesto a ponérselo fácil y esa resistencia hizo más épica y espectacular su victoria. "Nadal es el mejor jugador del mundo en polvo de ladrillo y hoy lo ha demostrado. Estamos hablando de alguien que va a ser una leyenda, de un tipo que empezó a hacer historia", reconocía Puerta.

COMO LOS GRANDES Nadal empezó a hacer historia en París, aunque ni se lo planteaba. Ayer estaba ahí para jugar un partido y ganarlo. Eso es lo que hace cada vez que salta a una pista, sea en una primera ronda o en la final de Roland Garros. El resto son estadísticas que de momento no parecen interesarle demasiado, aunque el mundo está admirado por su talento.

Nadal lleva 24 partidos sin conocer la derrota. Un tenista que ha encadenado cuatro torneos consecutivos en tierra. Empezó en Montecarlo, siguió en Barcelona, luego en Roma para cerrar el círculo virtuoso en Roland Garros. El último en conseguir algo parecido fue también un zurdo llamado Thomas Muster (1995). Pero ayer no sólo igualó la proeza del exnúmero uno austriaco. También se convirtió en el jugador más joven que logra una racha de 24 triunfos seguidos. Superó al estadounidense Andre Agassi, que logró 23 con 18 años y 73 días, y al alemán Boris Becker, que sumó 21 con 18 años y 315 días.

Jugadores a los que había admirado de pequeño. Jugadores que han hecho historia. "Y ahora estoy aquí con ellos en el palmarés de Roland Garros", decía orgulloso, pero seguro que aún le queda un largo camino para intentar igualarles. "Tengo mucho que aprender y mejorar. Acabo de cumplir 19 años, y para mantener ese nivel debo mejorar", decía, imbuido por una filosofía que ha escuchado muchas veces. "Desde pequeño, mi tío Toni me lo ha enseñado así. Hay que luchar y luchar, y eso es lo que hago siempre. Salir a la pista con mucha humildad".

PASION Y eso fue lo que hizo ayer ante Puerta. Desde el primer punto se entregó con la humildad que le exige Toni Nadal, y con esa pasión e intensidad que caracterizan su juego y que es innata en el mallorquín.

Atrapa por su manera de jugar, por su espontaneidad y por el carácter de alguien que entiende el tenis como lo que es, un deporte. Por eso, él es el primer sorprendido cuando le preguntan si su victoria puede desbancar al fútbol o el interés por la F-1. "No sé qué decir. En España, el fútbol siempre será el deporte rey y la F-1, ahora con Alonso, es un boom . El tenis no deja de ser un deporte individual. Mi único objetivo es seguir haciendo lo mismo y ser feliz".

CARISMA ESPECIAL Nadal no es consciente de su carisma, pero con partidos como el de ayer es difícil impedir que no apasione al espectador más frío. La batalla con Puerta convirtió Roland Garros en una caldera por la intensidad con la que lucharon los dos jugadores. Ninguno quería dar su brazo a torcer, pero Nadal acabó cautivando a unos espectadores que animaron a Puerta para que mantuviera más tiempo el pulso.

Nadal impuso su ley con la fuerza de su brazo, su velocidad, la frialdad de su cabeza y un gran corazón. Se abre una nueva era en Roland Garros.