Lance Armstrong hizo ayer algo más que dejar sentenciado el Tour 2004 y humillar a todos sus adversarios. Con otra actuación colosal en el Alpe d´Huez, anunció que no se conforma con su sexto triunfo en los Campos Elíseos. Su ambición no tiene límites. No hay nadie, por más que se empeñe que sea capaz de hacerle sombra. Puede caer derrotado, nunca humillado, antes del Tour, pero cuando se calienta, cuando se pone en su ambiente, cuando enfila la ruta hacia París, es inalcanzable. Y, desde ayer, hexacampeón virtual.

El martes, en Villard de Lans, cuando esprintó para ganar la etapa, realizó un gesto de rabia, quizá algo exagerado para lo que era habitual en Armstrong. Pero sirve de testimonio para demostrar la pasión que el estadounidense siente por el Tour. Por eso, su mente se convierte en una roca de granito, que le impide desfallecer, cometer errores y perder la concentración. El gesto de rabia fue la respuesta a su profunda felicidad al capturar por fin el jersey amarillo.

LA PRESION DE ULLRICH Armstrong quería ascender ayer al Alpe d´Huez con la preciada prenda a cuestas. Quien llega como líder o conquista el amarillo en el Alpe d´Huez gana el Tour. Nunca se sabrá qué habría pasado si Jan Ullrich no desfallece en los Pirineos. De repente, el alemán ha resurgido de sus cenizas, ha aplacado las profundas críticas que recibía en Alemania, y se ha convertido en el gran rival de Armstrong en la última fase del Tour. Demasiado tarde.

Ayer, por ejemplo, el alemán trató de dar la sorpresa calzando ruedas de contrarreloj y haciendo uso de acoples en el manillar impropios de una cronoescalada. El invento le salió casi perfecto. Brilló ante el público que abarrotaba las cunetas del Alpe d´Huez. Pero el sacrificio sólo le valió para ser segundo.

El italiano Iván Basso hubo de pasar el trago de verse doblado por Armstrong a 3 kms de meta, a pesar de que el líder había salido 2 minutos más tarde. Eso terminó de destrozar la moral del jefe del CSC, que al final fue octavo a 2:23. Peor terminó el campeón de España Paco Mancebo, hundido en el puesto 24 a 3:40, por lo que perdió casi todas las opciones de luchar por el podio.

No todo fue negativo para los españoles. Santos González, del Phonak, alcanzó una meritoria quinta plaza a 2:11 y aguantó el mejor tiempo hasta la llegada de los grandes favoritos.

Carlos Sastre estuvo en sus marcas y cerró décimo a 2:27. El vencedor de la última Vuelta, el bejarano Roberto Heras, se dejó 5:47 y un día más demostró que éste no es su Tour. En realidad, no es el Tour de los españoles ni de nadie. Es de Armstrong.