CACERES 2016: Rod Brown (14), Dan Cage (0), Lucio Angulo (9), Juan Sanguino (15), Adrian Moss (4) --cinco inicial-- Tomás Bellas (3), Diego Guaita (16), Mantas Ruikis (8).

MELILLA: Diego Ciorciari (13), Anthony Ferderson (10), Juan Manuel Ruiz (2), Caio Torres (6), Cuthbert Victor (13) --cinco inicial-- Rafa Huertas (8), Michael Southall (3), Keith Waleskowski (14), Raúl Lázaro (5) y Oscar González (10).

MARCADOR POR CUARTOS: 16-17, 31-36 (descanso), 47-60, 69-84 (final).

ARBITROS: Tortella Muns y López Herrada. Mal. Sin eliminados.

INCIDENCIAS: Buen ambiente.

Era imposible que el Cáceres 2016 ganara al Melilla. El resultado final en contra (69-84) aparece como una mera anécdota y es incluso lógico, teniendo en cuenta que enfrente estaba uno de los poderosos de la LEB Oro. Lo peor llega desde el lado de la impotencia: impotencia contra sí mismos (sin Simien, sin Panadero y casi sin Moss, puede que el trío de jugadores más determinante), impotencia contra los colegiados (otro arbitraje a lo Alicante) e impotencia sobre la propia cordura (su entrenador, Piti Hurtado, perdiendo los nervios en el peor momento).

Todas esas circunstancias confluyeron para atisbar un diagnóstico rudo y duro. El Cáceres sufrirá indefectiblemente en el fin de temporada. El objetivo del play off está ahora más lejos que nunca. Resta la esperanza de que siga luciendo la tremenda honradez de este grupo de jugadores. Pero sin tiradores ni los dos jugadores interiores clave poco se puede esperar.

BUENOS ARGUMENTOS Ahí sigue Juan Sanguino, sin embargo, demostrando cosas; ahí está la calidad de Diego Guaita; ahí continúa la veteranía de Lucio Angulo, el talento de Brown y la decisión de Bellas. Ahí está. Ahí estará Chus Poves, que --otra historia más-- ayer no pudo jugar. Ahí están todos, que son pocos, pero no cobardes. Demasiados elementos en contra, demasiados. Y eso la grada lo sabe, lo reconoce y lo aplaude.

El Cáceres dio, en fin, la cara, especialmente en el primer tiempo, en el que trato de tú a tú al enorme arsenal interior del Melilla y a la calidad indiscutible del dúo de bases, Diego Corciari y el viejo conocido Oscar González. La igualdad y las alternativas fueron una constante, con un Cáceres liderado por la honradez de Angulo y la defensa de Sanguino. Hubo incluso ventajas, como el 24-21 del minuto 16, hecha triza por el poderío del explacentino Cuthbert Víctor dentro y el argentino Ciorciari desde el exterior.

Ruikis y Cage no son aleros recomendables para lo que se pide en este momento y el Cáceres volvió a notarlo en exceso. Todo tenía que salir bien para ganar. Tras ir once por debajo en el minuto 25 (36-47) la reacción condujo al 46-49 de la mano del gran Sanguino. Pero el partido se torció definitivamente en la última jugada del tercer cuarto, en la que el Melilla lanzó siete tiros libres tras las consiguientes técnicas a Hurtado y la consiguiente expulsión. El técnico, excelente en una reclamación anterior que valió tres puntos, pecó de visceral en una protestas innecesarias e incoherentes, aunque puede que tuviera razón en sus argumentos.

El encuentro quedó finiquitado entonces, pues con 13 abajo (47-60) y la coyuntura poco se podía hacer. El ayudante de Hurtado, Mario Segalás, cogió entonces unas riendas que ya estaban rotas. El equipo tiró entonces de profesionalidad y, al menos, redondeó un resultado nada escandaloso,muy digno.

¿Cúal es el futuro hasta el final de temporada? Complicado en extremo. Hay que apelar a la heroica, parafraseando a un Hurtado que suele dar en el quid cuando analiza con sosiego. Pero también al raciocinio, a la calma y al sufrimiento sereno, y en ello deben aplicarse profesionales como él. Porque plenos de este sentimiento aún restan varios episodios, para suerte o desgracia. Esto es la LEB Oro, una competición preciosa, con un club organizado, una afición entendida y unos nervios dañinos.