Se perdió, pero fue distinto. Esta vez no había pancartas de resignación ni se veía al gerente desencajado recorrer la pista. Tampoco se daba la deplorable imagen del pasado domingo, con un palco maldito del que todo el mundo parecía escapar para no quemarse.

Esta vez, Saponi tocó a rebato y el palco presidencial parecía un pleno municipal. No estaba el alcalde, se supone que por si las moscas, pero sí hicieron ostensible acto de presencia hasta cinco concejales del equipo de gobierno y uno de la oposición. Por estar, hasta se veía a Bermejo, el anterior presidente, a María José López, directora de la Filmoteca de Extremadura, e incluso al ínclito Tomás Pérez.

También se notaban más llenas las gradas y todo contribuía a que renaciera el aliento épico de los mejores tiempos. Esos mejores tiempos se evocaron con nostalgia en los prolegómenos: aplausos cálidos para Oscar González y Benito Doblado y ovación dedicada a Julbe que pareció emocionar a don Alfred.

Hubo un momento significativo cuando faltaban seis minutos y medio para que acabara el segundo cuarto. El aficionado del megáfono de la peña 36+14 arengó a las masas: "¡Vaya políticos, vaya empresarios, así nos luce el pelo a todos los extremeños!". Después se arrancó con el grito de guerra: "¡Cáceres, Cáceres!" y el público, todos a una, secundó la consigna.

A partir de ahí, todo fue pasión, empuje, lucha desigual, broncas y un navegar entre la desesperación y el éxtasis muy estimulante. En resumen, se recuperó el espíritu, el equipo respondió a pesar de estar en cuadro (al final apareció Higgins a saludar a sus excompañeros) y renació el optimismo: con esa masa social detrás nada estaba perdido, salvo el partido. Pero enfrente jugaba un equipo en cuya camiseta se leía: Caja de Ahorros la Inmaculada y Gobierno de Aragón.